Recuerdo que cuando tenía como catorce ó quince años, una navidades, papi me regalo unos binoculares, para que yo pudiera mirar los barcos que rutinariamente entraban y salían de los muelles de las bahías de Tallaboa y Guayanilla. No importaba lo que yo estuviera haciendo, en el momento que yo escuchaba los pitos de los barcos o remolcadores, yo me trepaba encima de la casa usando las rejas como escaleras, para mirarlos con mis binoculares. Los binoculares tenían unos lentes especiales llamados “Siamese Cat” o gato siamés, que me permitían poder ver en la oscuridad cosas que no se podían ver a plena vista. No estoy hablando de los aparatos electrónicos de visión nocturna que existen hoy día, sino de una capa especial que cubría los lentes que permitían ver en lo oscuro.
En algunas de esas ocasiones mientras yo observaba los barcos de noche descubrí que Playa Alegre solía tener visitantes nocturnos que habrían descubierto como disfrutar de la brisa playera a oscuras. Ocasionalmente observaba las luces de carros que lentamente se movían por la playa hasta llegar algún sitio donde se detenían y luego apagaban sus luces. Yo estoy seguro que sus visitantes nocturnos tenían sus propios lentes siameses con los que podían ver todo perfectamente. Lo menos que ellos se imaginaban era que desde el barrio podía haber alguien observándolos mientras estaban allí. Debido a que la distancia era larga obviamente no se podía ver quien exactamente estaba allí, ni si eran hombres o mujeres o intermedios, pero imagino que no todos iban por pescados y jueyes. Algunos iban a platicar y disfrutar de un momento romántico y la fresca brisa playera nocturna con sus parejas.
Recuerdo una historia que alguien me contó, de un cierto punto, no sé si en Playa Alegre o en El Boquete que solía ser frecuentado por parejas en la noche. Según me contaron, una pareja estaba dentro de su auto “platicando” cuando unos muchachos del barrio los vieron. Alegadamente, los muchachos, muy silenciosamente, recogieron cocos y piedras, se escondieron en los mangles y luego de esperar un rato a que la cosa se pusiera “interesante”, le soltaron una lluvia de piedras y cocos al carro. Solo puedo imaginarme el susto que se llevo esa gente. Debo aclarar, que yo no estaba allí, no sé de quién se trataba, y tampoco nunca vi ningún carro en el barrio mostrando las huellas de tal evento, así que si sucedió, probablemente no eran del barrio.
En una ocasión que corriamos bicicleta por la playa, encontramos lo que parecía ser un trabajito espiritista que tenía un coco, con cenizas y que se yo que mas, tal vez plumas. Sin pensarlo dos veces, nos persignamos para que no se nos pegara nada, y lo rompimos esperando poder liberar al recipiente del trabajito de sus efectos y esperando haberlo hecho a tiempo. Muy posible había sido dejado por uno de esos visitantes nocturnos la noche anterior pues parecía reciente.
Para la mayoría de la gente del barrio, Playa Alegre era un territorio extraño y desconocido en las noches, excepto en una noche especial, La noche de San Juan. En esa celebración anual Playa Alegre verdaderamente se encendía de vida, adquiría su “night life”, dándole la oportunidad a muchos de disfrutar lo que para varios era un secreto. En esa noche, el barrio se desbordaba hacia Playa Alegre y se formaba el “party” del año. Algunos iban en carro, pero muchos se tiraban la caminata desde sus casas, pasando por la jueyera, bordeando los lagos de sal como cucubanos, hasta llegar a la playa, donde estaba la fiesta.
Mientras unos iban a celebrar la fiesta y compartir con sus amistades, otros iban a poner en a prueba sus creencias para en la media noche tirarse de espaldas al agua o de su manera preferida, contar de traer la buena suerte y lograr sus sueños. Muchos iban a disfrutar de la comida y la bebida, mientras torturaban a los otros con el aroma de las fogatas y las frituras. Para mí no había nada mejor que disfrutar de las cálidas aguas del Mar Caribe en la noche, en grata compañía, y de disfrutar de algún cuchifrito que se pudiera cachetear.
Y como dice el anuncio de Quick de Nestlé, que sonido tan triste cuando se acaba. Si por el gusto de uno hubiera sido, me hubiera quedado allí hasta el amanecer, alargando el “night life” en Playa Alegre. Desafortunadamente teníamos que volver a casa y dejar el territorio libre para los jueyeros, los pescadores y los románticos que disfrutaban de nuestra playa las restantes noches del año. Mientras tanto yo me entretenía mirando los barcos y los ocasionales visitantes con mis binoculares desde el techo de la casa.
Gracias por tan lindos recuerdos de Playita Alegre especialmente las noches de San Juan a la orilla del mar.Oi decir que toda esa area fue comprada y que no permiten acceso a Playita Alegre.Es una lastima que otras generaciones no ha podido(o podran)disfrutar la unica playa de nestro pueblo,es algo que da pena.
ResponderBorrarGracias Jose por tu comentario. La ultima vez que fui por allli se podia pasar. No se si el accesso ha cambiado recientemente. Lo bueno es que siempre podemos transportarnos alli mentalmente. Si no lo has hecho ya, te invito a leer las otras historias que tengo aqui en el blog. Espero que te las disfrutes.
BorrarMochas noches disfrute de esa playa en La Noche De SJ.Familiares y amigos nos reuniamos para comer beber y la jugada de domino no podia faltar. Me acuerdo que Mami se pasaba la noche contando cabezas para asegurarse que todos estabamos bien. La musica nos transportaba a viejos tiempos y siempre habia alguna persona mayor haciendo historias y contando anecdotas de su infancia. Fueron y seran los mejores tiempos de mi juventud. Por eso cuando muera quiero mis cenizas sean parte de la Playa Alegre. Gracias Edil otra vez me llevastes a nuestro barrio querido sin cojer un avion. TQM DTB Tu hermana, Millie
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