Welcome to my blog. Another Day in "Paradiso" was created to capture and share news, moments, memories, photos, videos and more, that make our days. One of my favorite phrases is "another day in paradise", which we use often, sometimes sarcastically, referring to our daily living in otherwise not so perfect days. With this in mind, I have long adopted the phrase "otro dia en el paradiso" (another day in paradiso), remembering that in this imperfect world we must make our own "paradiso".



"Paradiso"

"Paradiso"
Viejo San Juan

24 dic 2010

La Misa de Gallo


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Son las 11 de la noche, de la Noche Buena del año 1977. Mientras me preparo para ir a la Misa de Gallo a medianoche, escucho música de navidad. El burrito sabanero, La Tuna de Cayey, Salsoul Orquestra Christmas Medley, Jose Nogueras, Katrasca, Tony Croato y otros. Escucho la música y canto a la par de algunas canciones para entonar la voz, cosa de ya tener las cuerdas vocales listas para cantar con el coro durante la misa. Lo último que necesito es que se me salga un gallo mientras canto y que Mildred, la directora del Coro Santa Cecilia, me mire con sus ojos grandes mientras sonrie.

Los pasados 8 días han sido de mucha alegría, y poco dormir, entre las parrandas, y las misas de aguinaldo a las 5 de la mañana, donde el coro ha cantado y donde disfrutamos de los deliciosos desayunos que siguen a la misa, ofrecidos cada día por diferentes familias. Según le doy forma al afro con la raqueta y la uso como micrófono mientras canto, mis amigos Frank y Johnny me llaman desde el frente de la casa. ¡Ya voy! Le grito mientras termino de vestirme. Voy donde mami y papi, quienes tambien se preparan para ir a la temprana misa, me voy que los muchachos me están esperando. Dios te bendiga, tengan cuidado con los choferes borrachos, me dice mami, mientras yo de un salto brinco la verja, lo cual es más rápido que abrir y cerrar el portón.

Al salir están Frank y Johnny, y acercándose viene mi concuñada Mele con su guitarra, acompañada por su vecina Luz, y tambien Mina, Millie y Miriam. Al grupo se unen mis vecinas Marti, Millie y Leti, y seguimos camino a la iglesia mientras damos una parranda andante cantando música de navidad. A llegar frente a la tienda de Agustín, nos encontramos con Don Valentín, el eterno borracho, sentado en las escaleras, quien ya sufre los efectos de su temprana celebración de la Noche Buena. Valento, (apodo dado por muchos), siempre timido y amable, a menos que sea provocado, nos mira mientras sonrie y balancea su cabeza. Valento, vente vamos para la iglesia, le dice Mele. Ahí mija, si hace tiempo que yo no voy, contesta él, con un tufo que nos deja a todos con una nota. Eso no es na’, le dice Mele, debes venir pa’ que Dios te bendiga y te libre de todo mal. Deja ver mija, si yo casi no puedo ni caminar de la huma que tengo. Pero me gusta la música que llevan ahí, añade el. Bueno pues cuídese, y cuidado con los carros, le dice Mele, mientras continuamos el paso. Dicen las historias que Valento ha sido impactado varias veces por carros durante sus borracheras, y como engomado por el alcohol, se ha levantado y seguido su camino.

Llegamos a la iglesia, donde encontramos al resto del grupo del coro. Allí esta Mildred Cuascut hablando con Freddy, Dennis, Mr. Leon y Tío Tony, repasando las canciones que se van a cantar en la misa. Yo me voy para la sacristía para ver una vez más la villa navideña que anualmente allí se monta. Como me gusta ver la villa navideña montada entre las montanas de papel, pintadas como paisajes de Jerusalén. La misa ya va a empezar así que entramos a la iglesia y nos acomodamos en la parte izquierda trasera de la iglesia como de costumbre. Mildred da la señal, y Mele, Tito y Freddy rompen con las guitarras y el cuatro, acompañadas con las maracas, güiro, panderetas y palitos. Entonamos los villancicos tal como profesionales cantores como lo hemos hecho por los últimos años. A parte de algunas excepciones, nadie podría ser solista, pero el conjunto de voces suena como un coro de ángeles.

La iglesia está abarrotada, no hay asientos vacios, y muchos están de pie pues la misa de gallo es uno de esos eventos que es mandatorio asistir, aunque nunca vallas a la iglesia. El padre Adalin Rivera está en el medio del sermón narrando el nacimiento del niño Jesús, cuando de pronto varias personas que están en la entrada principal de la iglesia hacen espacio para dejar pasar a alguien que murmulla algo mientras se hace paso. Cuando finalmente podemos ver quién es, vemos que es Don Valentín, quien llegó estimulado por la invitación de Mele. Decidió venir a dar gracias a Dios por sus largos años de vida y para que lo siga librando de los choferes borrachos, y que el alcohol no le haga daño. Alguien trata de retener a Valento para que no entre. No, deja que entre, aún los borrachos quieren adorar al niño Jesus, dice el padre Adalin.


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Reunion del Coro en el 2008
Valento, camina por el pasillo central de la iglesia, con paso inseguro, mientras mira de lado a lado con sus ojos enrojecidos, buscando donde sentarse. Nadie hace intento de cederle un asiento así que el padre hace señas para que dejen a Don Valentín sentarse. Una buena alma se levanta y le cede su asiento mientras los restantes, sorprendidos sonríen con caras de asombro. Cuando Valento se sienta, el cura le hace señas, apuntándose hacia la cabeza, para que Valento se quite el sombrero que lleva. Le indica dos o tres veces pero Valento sigue sin entender lo que el padre le dice. Señor el sombrero, finalmente dice el padre. ¿Qué? Pregunta Valento. El sombrero, repite el padre. Valento algo confundido se levanta y mira hacia atrás a Mildred la directora del coro, como en espera de algo, mientras su cabeza se tambaleaba de lado a lado. El sombrero, repite el padre una vez más. Valento entonces mira al padre y con su lengua pesada por la huma, le dice, perdóneme padre, pero yo no sé esa canción. ¿Puedo cantar otra? Pregunta Valento. No señor, que se quite el sombrero, le responde el padre. Valento, con mano temblorosa, se quita el sombrero y se sienta nuevamente, mientras muchos aguantan la risa.

El padre continúa con su sermón, mientras Valento, entre sueno y murmullo, atrae más atención que el mismo cura. Terminó la misa y el padre inicia la acostumbrada reverencia al niño Jesús, en la cual todos besan la rodilla de la figura del niño Jesús, mientras el la limpia con un pañuelo seco entre beso y beso. Yo lo siento pero yo no lo voy a besar, me digo a mi mismo mentalmente mientras canto, eso es anti-higiénico. La mayoría, sin pensarlo hace la reverencia. Valento, quien tambien hace la fila para rendir su adoración, perdiendo el equilibrio en varias ocasiones, se sujeta de los bancos vecinos. Al llegar su turno, sin duda ni verguenza, Valento besa la punta del dedo indice de su mano derecha y suavemente tocó la frente del niño Jesus, y luego se persigna. Seguidamente Valento continúa su paso incierto y sale de la iglesia.

Ya la misa terminó así que empezamos la fiesta afuera, mientras disfrutamos del delicioso arroz con gandules, lechón asado y pasteles, ensalada de papa, jamón con piña, guineos con mollejas en escabeche, pan de agua y ensalada por el lado. La noche esta fría, como 66 grados, y varios están temblando mientras comen y dicen “pero que frio hace”, mientras disfrutan del coquito que alguien a escondidas llevó. Valento quien ya está algo repuesto de la borrachera también hace la fila para coger su plato de comida, mientras con su media sonrisa conversa casi consigo mismo. Don Valentín, felicidades que bueno verle aquí, le dice dona Miriam. ¿Que usted quiere? Le pregunta ella. Yo quiero de to’, contestó él mientras admiraba de lado a lado el panorama del banquete en la larga mesa. Hace años que yo no como una comida como esta, dice Valento. Pues tiene que venir a la iglesia, aunque sea en la navidad para que pueda disfrutar de esto, dice Dona Miriam. Gracias, deja ver si me acuerdo, comenta él. Doña Maria Luisa le sirve un pastel completando su plato y Valento se retira ayudado por Johnny para que no se le cayera.

Cerramos la actividad tomando café y chocolate caliente, aunque no era un velorio, acompañado con queso de papa y de bola por el lado. Con las barrigas llenas y el corazón contento, entonamos cánticos de navidad. Ese pobre lechón, El Jorgorio, Feliz Navidad, El Tamborilero, La Arandelas, La Botellita, La Paloma, Verde Luz, El Sopón. Sin bien salir de la iglesia comenzaron los planes para dar varias trullas por el barrio, por lo que emprendimos camino hacia la casa de los Cuascut en la Segunda Calle. Shhhh, Shhhh, silencio, murmuramos mientras nos acercamos a la casa. Frank deja caer una maraca, y un unísono shhhhh sale de todas la bocas. La anticipación va en aumento a medida que nos preparamos para iniciar el asalto. Mele, Freddie y Tito chequean la afinación de las guitarras y el cuatro una vez más. Mele da la señal. PAAARRAAANDA!!!!! De la montana venimos…Felicidades a todos en la Navidad.

25 nov 2010

Giving Thanks for Paradiso

Para version en español click aqui: https://docs.google.com/document/d/1LBRK3TDzQJVGxiD0qfI2S_375wMZDCWUKml9-VSs0kE/edit?hl=en&authkey=CJjwhrcL

Paradiso” – Mythical place in the minds of people that perhaps represent dreams, maybe about the future, maybe about the past, maybe what once was and is not anymore, but most often the reality of today, one that often arrives without any warning. As I say in my blog, “Paradiso” is the name I give to every single day I live in this not so perfect world, were we must make the best of each and every day, every situation we face, regardless of what it is, our own paradise, giving thanks to God every day.

A series of events this year surrounding acquaintances, friends, and family, have made look at this Thanksgivings from a different perspective. Among them, the departure for paradise of six coworkers and my two dear friends George and Vicente, as well as Pastor Bill Carp a couple weeks ago, one the pastors of the church we attended. In addition, there is the diagnosis of cancer and survival this year of two dear friends Mildred and Irazema, and the miraculous birth of Joshua, my niece’s son, who herself has reminders of the miracles God makes.

The tipping point came today from two conversations I had, one with Robert, a co-worker, and one with Denise, my son’s girlfriend, who shared two stories that made me realize that we must be thankful for everything we have, and I do not mean material things, for every day we live. It is not that I have not been thankful until now, but maybe because sometimes we take it for granted.

Nothing makes you face reality more that the unexpected passing of people you know and love, people that looked healthy just recently, and that were not supposed to leave their “Paradiso” yet. As I said earlier, the passing of my friends George and Vicente this year, both in their sixties, with some significant health issues, but that otherwise seem to be doing okay, came as a surprise.

Vicente lived in Ceiba, Puerto Rico with his wife, daughter, and son and enjoyed the love of his grandson and daughter in-law as well as other family and friends. A polite and humble person born in Vieques, who was easy to be friends with, thanks to his smile, easy conversations, and the delicious refreshing grapefruit juices or “snappies” as he would call them, that he would prepare. We met thanks to my wife Lucy who met his wife at the Agricultural Extension offices in Ceiba, around 1995. We became good friends and enjoyed many times together in the open cabana that they had in the farm on countryside of Ceiba where we would gather to cook and eat.

Those were “Paradiso” times, good times that provided many memories that we cherish today. The sad part is that although I visited him and his family whenever we went to Puerto Rico. I do not really remember ever telling him how much I appreciated his friendship, until it was too late. He passed earlier this year in peace with the Lord and his family, in what his wife Ana described as a sad but very beautiful moment, shortly after I returned from a trip to the island, one in which I did not visit him. Now I am sure he tends his land, chicken, and goats in his new farm in paradise.

Another dear friend, George Cheeseman, an adopted Puerto Rican from Jacksonville Florida, arrived with the Army around 1968 and stayed. He lived on the island for nearly 30 years then moved back to Florida several years ago. He was living his “Paradiso” at large in northern Florida. He had amassed several properties, for what he would sometimes ask for my realtor opinion. He had purchased a motor home with which he planned to travel the United States, dreams that were short lived by his eventual need for dialysis three times a week.

George would sometimes call me and say, “es el hombre de queso”; it is the man of cheese, name that fitted him well thanks to his extra large frame. However, as large as he was, his heart, friendship, and happiness were bigger. They always welcomed us in their home, and visited them several times at their riverside home on the Suwannee River, near Bell Florida. He loved Puerto Rican food, pasteles, pernil, arroz con gandules, tostones, alcapurrias, which were often part of the menu when we visited, as well as the “medicina” or medicine that he would prepare, a mix of 7-up and red wine that was as refreshing as it was delicious.

Sometime last year I lost contact with him and his wife Jean. I called, left messages, sent e-mails that went unanswered, I saw no updates of their Facebook accounts and feared that something was really wrong. Then last May just before Memorial Day, I finally reached his wife who told me that George had been sick and hospitalized for many months. On Memorial Day weekend, we went to visit George and Jean at the river house. He had lost a lot of weight, and now needed a wheeled walker to move, but his smile, love for live and huge friendship was still strong. We spent the day catching up on our stories, remembering Puerto Rico, and of course talking about its food. We brought him avocados from Miami, bread from Los Cidrines, a Puerto Rican bakery that ships its bread frozen to many places in Florida, where it is baked fresh, and pasteles that we bought in Ocala.

We left that day relieved and happy of having seen them again, with plans to return on Labor Day weekend with all the ingredients to cook up patita de cerdo con macarrones y garbanzos, pork hocks stew with macaronis and chick peas, a Puerto Rican dish that he loved. On August 24th I received a call from Jean; George had left “Paradiso” and moved to a bigger and better mansion. He passed a day after having spent the day teaching his grandson to ride a four-wheeler. George never spoke about God during his conversations, but I’m sure that with his loving and caring nature God had a place for him in heaven.

Another event that took place last year was the arrival to our family of Joshua, son of my niece. Joshua’s birth was a miracle of God. You see, the doctors had told my niece and her husband to expect a baby with health problems so severe that he would only last maybe hours or maybe days. However, Joshua arrived on this world with a different plan, one of staying here for a long while. He arrived determined to enjoy his “Paradiso” as God had planned, not as the doctors called for. He underwent several surgeries and came out of them each time without complications, and got stronger and stronger. He always has a smile that brightens any room, and a happiness that is God sent.

Well, last month I learned that Joshua would have to undergo surgery to remove one of his legs from the knee down, because it was not developing, and the damage was beyond recovery. This of course saddened his parents as well as the whole family, but understanding that it was necessary, and without a doubt part of God’s bigger plan. Last Tuesday Joshua had his surgery, again without complications. In fact, the doctors had estimated that he would spend one week at the hospital, but everything went so perfect that he would only stay overnight. My brother told yesterday that when Joshua woke up from the surgery in the recovery room, his started to say hi with his hand to the staff caring for him, like if he was saying “hi, I’m back and here to stay”. It seems to me that God has big plans with the miracle child He has put on our care.

Today as I closed my day at work, I asked Robert, a co-worker what plans he had for Thanksgivings. Going to the movies, he said, then doing some schoolwork. Are you getting together with family tomorrow? I asked. I do not have any family, he said. I only have my foster mother who lives out of state. Do you have any brothers or sisters? I asked. Only one step-sister, daughter of my foster mom, he answered. You mean to tell me that you do not have any blood relatives? I insisted. None that I know, he said. I lived on foster homes since I was 4 or 5 years old and aside for short periods of time that they would place me with some relative, but I was always removed due to problems in the family, he said. I do not know where any of these people are.

Robert you see is a young African American in his early 30’s with a smile of a thousand bucks, friendly disposition, always ready to strike a conversation. He loves expensive clothing, expensive cars and has dreams of becoming a singer and he has so many friends that he considers himself a celebrity. He joined the Marines, and studied while in the military, always aiming to better himself. He obtained his bachelors, then his master’s degree, now he pursuing his doctorate. Despite his lack of a true family, he managed to stay out of trouble, and now works for the government. When you speak with Robert, you would never imagine the rough childhood he had. He has put his troubles in God’s hands, and aims at living a life sharing his friendship and seeking the family love he never had as a child. He is yet to find that elusive family love he seeks but God has blessed him with many friends. He is grateful to God for all He has given to him, and big dreams aside, he is a kind and humble individual, making his own “Paradiso”.

To close I will share with you the story of Darlene, who is a 21 year old lady who 6 years ago had a life changing experience. She was traveling in the rear seat of a friend’s car, when two other cars collided, in front of the car she was traveling. As a result, the driver of the car she was traveling lost control and the car hit a palm tree sideways splitting the car in two. The rear half of the car where she was sitting spun and the seatbelt holding her failed. She was ejected from the mangled half vehicle and landed on the pavement, and instantly became a quadriplegic.

The life changing experience Darlene underwent impacted the whole family and surely cut many plans and many dreams. Although Darlene surely has tough moments, her sister tells me that, she is a happy person that has adapted to her new life, depending on others, depending on God. She has a computer, and loves to write on her Facebook page. You cannot tell that she is a quadriplegic by reading her Facebook page, her sister told me. Darlene without a doubt has found her own “Paradiso”.

I hope that these stories help you see this Thanksgivings in a different way as it did for me. Throught these people’s stories I am trying to remind you that no matter what your “Paradiso” looks like, there is a lot to give thanks to God for, our family, our friends, our health and our lives. Make sure that you tell those who you love, that you do, and often. Life is fleeting, enjoy every moment of every day as if it is the last one because we never know when God will call us with an unexpected change of plans. Have a Happy Thanksgivings!

11 nov 2010

Ponce


Ponce
Antes que el sol te acariciara
lentamente, bajo el bello amanecer,
con sus tenues rayos hilachados,
te besó la noche las mejillas
y cubrió todo tu cuerpo desnudo
con su oscuro manto de terciopelo.
Yo te vi de cerca, y tambien de lejos,
toda llena de estrellas
centelleando por el cielo de tu cuerpo,
¡oh! que hermosas te veias desde lejos,
brillabas como brillan los ojos
del eterno enamorado que aguarda un Sí;
te contemplé en la distancia
para admirar tu belleza,
para quedarme con tus recuerdos
y llevarmelos conmigo a donde fuera;
si cierro mis ojos, te puedo recorrer,
y si los abro, te veo en mis pensamientos,
puedo contemplar cada detalle tuyo,
cada calle, cada edificio asomado de ti,




y repaso tu historia cuando recorro
los caminos del pasado incrustados
en las paredes de tus parlantes edificios
que me hablan de ti y tu gloria,
de tu opulenta belleza,
y la alegría con que celebrabas todo,
del ajetreo del puerto y la llegada de sus buques,
del olor a alambique, trapiche y caña,





y no puedo olvidarte porque tus leones
rugen cada noche en que contemplo tu belleza.
Elvin Pierantoni


La Cruzeta y el Castillo Serralles



1 ago 2010

El Castillo de Mario Mercado

Continuando la historia de Don Manolo, el escobero que vive en el pueblito, hoy hace una semana que mientras entregaba periódicos me encontré con él. Luego de  platicar con él aquel día, mi amigo Hiram “Billy” Bracero, con quien hacía tiempo no compartía, y yo conversamos sobre Don Manolo y sus escobas. Para mi sorpresa, Billy me dijo que Don Andrés  \Albino, quien vive en la Tercera Calle por frente a el Chino y cerca de su casa, también hace escobas. Para mí fue una sorpresa, pues yo no lo sabía, aún después de tantos años pasando diariamente frente a la casa de Don Andrés.

Pues le comentaba a Billy que Don Manolo estaba muy interesado en que le cuente sobre el viaje que hicimos hace varias semanas al El Castillo de Mario Mercado, el que está arriba en la montaña por detrás de la CORCO. Por cierto fue Billy quien en su viaje al futuro averiguo que el castillo también se conocía como el castillo de los perros, y me compartió varios datos de historia respecto al viejo castillo. Según una historia que Billy me mostró, para los años 30 el gobierno de Puerto Rico sólo le cobraba impuestos a los grandes hacendados por las tierras que poseían y no por los ingresos que ganaban. Esto permitió que muchas de las familias ricas de la isla construyeran grandes mansiones. Fue para ese tiempo que las familias Mercado de Guayanilla, Serrallés de Ponce y Valdés de Mayagüez entre otras, construyeran inmensas mansiones.


Don Mario Mercado Montalvo, quien era dueño de la central de azúcar Rufina, construyó su gran mansión en el Barrio Playa de Guayanilla, sobre un monte conocido como la Hacienda Buena Vista. Desde allí él podía ver sus tierras y la central de azucar. La montaña había sido bautizada como Buena Vista el siglo pasado por Don Pedro Villoch, gracias al bello panorama que se veia desde su cima. La estructura fue diseñada por el arquitecto ponceño Francisco Porrata Doria, y para el año 1935 fue habitada por primera vez, muchos años antes de que las industrias petroleras llegaran al área. Imagínense por un momento como habría sido la vista desde aquel monte sin la existencia de las refinerías, tanques de almacenaje, muelles, y sobre todo, sin los desagradables olores que estos producirían.

Según datos históricos los pisos y contornos de la mansión fueron cubiertos en maderas nobles y también fue adornada con obras de arte de gran valor hechas expresamente para la mansión. La historia dice que el caritativo Don Mario Mercado murió a los 82 años, solo dos años después de terminada la construcción, no sin antes haber ayudado a infinidad de seres a levantarse de la miseria, proveyéndole los recursos para culminar sus carreras profesionales. Luego de su muerte, su hijo Mario Mercado Riera asumió el mando de la hacienda y la central de azúcar hasta que en 1967, la central cesó operaciones por problemas de familia.

Otros datos interesantes sobre la “Quinta Buena Vista” es que durante la Segunda Guerra Mundial Mario Mercado mando a pintar el castillo de verde para “camuflagearlo” ante la posible invasión de fuerzas alemanas por la bahía de Guayanilla. Esa posiblemente también fue la razón para que se construyera un túnel en la parte trasera de la residencia para escapar en caso de un ataque de las fuerzas enemigas. Este conducía hasta la falda de la montaña cerca de lo que es la carretera 127 hoy día.La familia Mercado Riera abandonó la mansión poco después del 1967 en medio del pleito por la herencia de los bienes de Don Mario el patriarca, y no fue hasta 1989 que la misma fue rescatada del abandono, por Edgard Maciula, un ingeniero químico de origen italo-americano.

Ahora que sabes el principio del la existencia del castillo, te podré contar el resto de la historia, según se la conté a Don Manolo ayer sábado en la mañana cuando me lo encontré nuevamente. Me encontré con Don Manolo en el sitio usual y el me saludó con alegría; hola muchachito como andas. Muy bien y usted, le contesté. Pues bien, ya en camino a casa después de buscar los materiales pa’ las escobas, me comenta él, y muy ansioso por qué me cuentes la historia de la visita al castillo que me la debes. Ah sí, no se me había olvidado, también se la debo a Mama la nena de Pocho, quien nunca ha ido alli y también quiere que le cuente, le comenté.

Pues dime ¿que ahí allí, como esta aquello, que hicieron ustedes cuando fueron, gozaron mucho? Ahí Don Manolo, cójalo suave pero cójalo, una pregunta a la vez. Como le comenté el otro día, al castillo fuimos un grupo de amigos de la iglesia, creo que todos somos del grupo de la JAC. ¿De la JAC? ¿Y qué es eso? Pregunta Don Manolo. La JAC, la Juventud Acción Católica, le contesté, ¿Ah, ese es el grupo ese que las muchachas se visten de blanco y azul claro o algo asi? No Don Manolo, esa son las Hijas de María, que por cierto algunas de las muchachas también pertenecen a ese grupo. Como yo casi nunca voy a la iglesia, yo no se na’ de eso, me dice Don Manolo. Pero sigue, que si no, no te da el tiempo pa’ contarme. Pues le digo, el castillo está bien deteriorado y destruido pero al estar allí uno puede remontarse imaginariamente al pasado. Fijese, esa casa es inmensa, si mal no recuerdo, tiene por lo menos 12 cuartos de dormitorio, cada uno con su baño decorado con los símbolos del zodiaco, en azulejos multicolores, donde predominaba el color azul oscuro. O sea, me interrumpe Don Manolo, ¿Walter Mercado participo en el diseño del castillo? ¿Serán familia? Pues no lo sé, a lo mejor, pues llevan el mismo apellido, le contesté mientras reía.

Don Manolo, eso es una estructura inmensa, de varios pisos, con amplios cuartos, techos altos y patios inmensos. La estructura tenía un sistema de ventilación natural, en lo alto de las habitaciones, que permitía a la brisa a pasar a través de la casa, como un sistema de ductos de aire acondicionado. Aún en su abandono, emana grandeza y poder, y los jardines aunque secos y sin flores son preciosos. En la parte noreste de la propiedad hay lo que parece haber sido unas jaulas, que yo creo que eran para perros, por eso tal vez lo del nombre el castillo de los perros. Tambien hay en la misma área un inmenso tanque de agua, montado alto sobre columnas. Sí, yo me acuerdo haber entrado allí hace muchos años y recuerdo algo de lo que tu me cuentas, me dice el escobero. Es curioso Don Manolo, porque a pesar de que corrimos pa’rriba y pa’bajo jugando de te queda y de esconder por todos los pisos, hay detalles que no recuerdo, como por ejemplo la cocina. Ah, y hablando de cocina, nosotros llevamos materiales para hacer un asopao de pollo, pero a Johnny el hijo de Andujar, su mama Doña Gloria, le confiscó el pollo antes de él salir de la casa, así que no hubo pollo pa’ la sopa. ¿De verdad? Dice Don Manolo a carcajadas. Por suerte, continué yo, Miriam mi hermana mayor e hija de mis padres postizos Rafaela y Carlín, salvó la sopa echándole salchichas y polillas. ¿Y polillas? ¿Cómo es eso? Exclamo Don Manolo riendose. Pues sí, le explico. Resulta que para cocinar la sopa los muchachos buscaron madera seca de los alrededores, y cuando echaron unos pedazos de leña al fuego, con el calor salió volando una nube de polillas, y muchas cayeron en la sopa. Don Manolo, lo lindo fue que las cocineras no dijeron nada a nadie y pescaron las polillas de la sopa y siguieron cocinando. Después todos comentaban de lo rica que había quedado la sopa de salchichas. Yo no me enteré hasta un tiempo después, porque Socorro, la hija de Gardel, me lo contó, pero como lo que no mata engorda, a la verdad que la sopa de salchichas estaba buena. Ah pero eso fue una sopa con extra proteínas, comento Don Manolo mientras se reía a carcajadas.

Otra cosa muy divertida que paso, fue que alguien descubrió el túnel de escape en el monte detrás de la mansión y todos nos metimos en él a explorarlo, no sé si como niños escuchas ó como aprontaos. Lo cierto es que el túnel era uno rústico, cavado a mano cortando el terreno calizo, como de 6 ó 7 pies de diámetro. Es su tiempo tenia puertas de madera a cada extremo, y no podría decirle cuan largo era, pero si se que no se veía la luz de un extremo al otro. Nosotros nos metimos usando fósforos y no sé si un encendedor para alumbrarnos. Pero que ustedes si son unos atrevidos. ¿Y si eso se derrumba? Me dice don Manolo. En ese momento no pensamos en eso, pero si le cuento que cuanto estábamos en el medio del túnel, se apago la llama que nos alumbraba y se formo un sal pa’ fuera y una gritería y yo creo que hasta algunos se cayeron al piso a juzgar por lo blanquitos de tierra que estaban cuando finalmente salimos de allí. Don Manolo, a la verdad que fue muy divertido. ¿Ustedes muchachos sí que son arriesgados, no Edil? Uno no piensa en los riesgos a esa edad, Don Manolo, solo en divertirse.

Le puedo decir Don Manolo, que la vista de allá arriba es preciosa, pero yo solo quiero imaginarme como sería aquello en los tiempos en que fue construida la mansión. Una vista de cañaverales verdes con la guajana en flor, con caminos llenos de carretones tirados por bueyes llevando la caña a la central. Hubiera querido también poder ver la costa y las playas entre Tallaboa y Guayanilla libre de los dragones de hierro que la adornan hoy, echando fuego y humo por sus bocas. Como quisiera ver eso Don Manolo. Edil, gracias a Dios yo pude vivir esos tiempos y disfrutar eso que tu anhelas haber podido ver. Aunque eran tiempos de pobreza y trabajo duro en la pieza de caña, era una vida simple, donde se vivía de la tierra y se disfrutaba la naturaleza a plenitud. Pero Edil, todo tiempo y lugar tiene su belleza y hay que disfrutarlo de igual manera. A lo mejor cuando tú tengas como cincuenta años, recordarás estos tiempos y esas aventuras que ustedes disfrutan hoy día, y las escribirás, para recordar esos lugares bellos de tus pueblos, tus grandes amistades, y aún más, honrarás y celebrarás la memoria de muchos que ya habrán partido a morar con el Señor.
Amén, Don Manolo, amén.

25 jul 2010

Tallaboa: Back to the Future

Hoy sábado en la mañana, casi al final de mi recorrido por el barrio entregando los periódicos, me encontré nuevamente con el señor de las escobas, Don Manolo, a quien penosamente nunca le recordaba el nombre. Buenos días Don Manolo, como está usted, por fin llamándolo por su nombre gracias a que mi amiga Socorro me dijo como se llamaba. Él mirándome algo sorprendido, tal vez, porque le llamé por su nombre y no “señor” como siempre lo hacía, me contesta, pues estoy bien mijo, y tu familia como está. Estamos todos muy bien gracias a Dios, aquí como siempre regando los periódicos en mi bicicleta, le contesté. Don Manolo, con su humilde vestimenta que cuenta el duro trabajo que él hace, de corta estatura, pelo negro azabache y apariencia taina, mostrando los años en su empujar de la carretilla de madera, se detuvo, y yo también.

No lo había vuelto a ver desde la vez anterior Temprano En La Mañana , cuando le saludé brevemente. Ya vi que le llevó a mami la escoba nueva, le comenté. Sí, fui el mismo día que tú me lo digites, de medio día abajo. Yo creo que ya tú te habías ido pa’ el castillo, fue ese mismo dia. Allí estuve hablando un rato con Doña Ramonita, y hasta me dio café con pan, me dice él. Ella es siempre muy conversadora y atenta y cuando yo voy siempre hablamos un rato. Esa es mami, le dije yo, que bueno que pudo ir. ¿Oye y fueron al el castillo como me dijiste? Yo, sorprendido de que se acordara le contesté, si fuimos y gozamos un montón, pasamos un día tremendo. En ese momento me acordé que yo le había dicho que iba para el castillo Valdivieso, y mi amigo Billy Bracero me recordó que era el de Mario Mercado y que también le llamaban el castillo de los perros.

¿Y quiénes fueron? Preguntó él. Pues allí estaban los hijos de Carlín y Rafaela, Miriam, Millie, Minerva y Carlitos, Socorro la hija de Don Gardel, Frank el sobrino de Fina, Johnny el de los Andujar, Violeta la sobrina de Chito. Marti, Millie y Leticia las vecinas mías y unos cuantos más que ahora no recuerdo. Era un grupito grande, le dije. ¿Y cómo llegaron allá, en la Sústituta?, preguntó el refiriendose a las viejas guaguas publicas que viajaban de Ponce a Peñuelas. No, si la Sustituta no pasa por allí, le dije. Yo lo sé, pero como fueron tantos pensé que iban en guagua, contesto él. Pues mire, fuimos caminando, digo, yo fui guiando mi guagüita blanca a paso de entierro, con el pelotón siguiéndome y turnándose los asientos y la parte de atrás según se cansaban. ¿Tu guagüita blanca? Me pregunta él confundido, y diciendo entre dientes, si tu todavía ni guías, éste nene se cree que está en “Back to the Future”. Continuando me dice; ¿Y que ustedes hacen allá cuando van? Allí no hay na’, eso esta abandonao. Pues ya le cuento, pero primero quisiera hacerle una pregunta; ¿cómo es que usted hace las escobas? ¿Es difícil?

Y cambiando la conversación a lo estilo puertorriqueño me contesta, pues mira no es difícil pero si trabajoso. Imagínate, ya yo llevo cuarenta y tantos años haciendo esto, así que para mí es fácil. ¿Y como usted las hace? ¿Que usa? ¿De qué es el palo? ¿Cuánto se tarda? Aguántate muchacho, una pregunta a la vez, me dice él. Pues mira para hacer las escobas se usa la palma esa de monte, que en realidad se conoce con el nombre botánico Leucothrinax morrisii, ó Key thatch palm, la cual es una palma pequeña nativa de Las Antillas Mayores, Las Antillas Menores del norte, las Bahamas, y los Cayos de la Florida. Ah, por eso a mí me parece estar aquí en la isla cuando la veo en la Florida, le dije yo, aunque las de aquí parecen ser más bajitas. ¿Ya vienes con lo de “Back to the Future” de nuevo? Comentó el esta vez en voz alta. No, no, nada, le dije y es que yo me invento unas historias en las que mezclo todo si importar cuando pasó. No sé porqué pero se me ocurren así, pero siga, siga por favor. Aunque debo decirle, y perdone que le interrumpa de nuevo, yo no sabía que usted era biólogo botánico ó que se yo, para saber tanto de esas palmas. Esa contestación la hubiera yo esperado de Llalima, la hija de Juan Velazquez y Milagritos Franceschi, la señora que canta estilo español, bien bonito, en las actividades de la escuela. ¿La de Milagritos? Dice él, pues si esa nena es una bebe, como te va a dar esa contestación. No olvide algo, le dije yo con una sonrisa, “Back to the Future”. Ok, ok, tu ganas, contesto é mientras reía.


Pues como te decía, yo busco las hojas de palma en el monte, y las pongo a secar por un par de semanas, eso le da firmeza y fortaleza. También busco varas largas de palos de jobo ó de resedad porque crecen largas y derechas, les quito la corteza y los dejo secar un par de días. Luego, cojo las hojas de palma y las voy enrollando como a 3 pulgadas de la punta del palo pero con la hoja en dirección al mango. Luego que ya tengo todas las hojas agrupadas alrededor del palo, las amarro con un alambre, y luego empiezo a virarlas hacia abajo, y las amarro bien apretadas de nuevo con un alambre, lo que le da la apariencia de moño de vieja. Ja, ja, me reí yo, es verdad eso parece un moño de vieja. Una vez todas están viradas les pongo un clavo para aguantarlas del palo y luego le amarro la tira de palma alrededor de la base del moño para darle la terminación.

Muy interesante, le dije yo, en mis casi 50 años yo nunca pensé en como se hacía una escoba, pero habiendo roto varias, mientras usted me hacia la historia, me imagine que era así. ¿Cincuentas años? No me digas, dijo él, “Back to the Future” otra vez. Ahora termina tú de contarme del viaje al Castillo, me dice don Manolo. Ay verdad, hablando como los locos por poco se me olvida. ¿Pero sabe qué? La historia está buena, pero ya se hizo larga y tengo que terminar de entregar los periódicos, así que otro día le hago la historia del viaje al castillo. De todas formas casi siempre nos encontramos por aquí “Temprano En La Mañana” así que hablamos otro día. Que tenga buen dia.

Luego de intercambiar historias, él contándome sobre sus escobas, y yo contándole sobre El Castillo a medias, continuamos nuestros caminos, el rumbo a su casa para hacer sus escobas y yo a terminar mi usual rutina Tallaboa, Periodicos y Café .


Para leer Tallaboa, Periodicos y Café click aqui - http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/04/tallaboa-periodico-y-cafe.html#links


Para leer Temprano en la Mañana click aqui - http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/05/temprano-en-la-manana.html

11 jul 2010

Playa Alegre @ Night

Para los que crecimos en Tallaboa Encarnación, el único barrio de Peñuelas con una “playa”, vivir allí nos permitió disfrutar de nuestro barrio de una manera que pocos en nuestro pueblo lo hacían. Nuestra playa, Playa Alegre, no sólo era un lugar de trabajo para algunos, era también el lugar de entretenimiento y diversión para jóvenes y viejos. Playa Alegre era un lugar apacible y refrescante durante los días de verano cálidos, mientras en las noches se convertía en un lugar oscuro, solitario y silencioso, pero no sin un “night life”.

Recuerdo que cuando tenía como catorce ó quince años, una navidades, papi me regalo unos binoculares, para que yo pudiera mirar los barcos que rutinariamente entraban y salían de los muelles de las bahías de Tallaboa y Guayanilla. No importaba lo que yo estuviera haciendo, en el momento que yo escuchaba los pitos de los barcos o remolcadores, yo me trepaba encima de la casa usando las rejas como escaleras, para mirarlos con mis binoculares. Los binoculares tenían unos lentes especiales llamados “Siamese Cat” o gato siamés, que me permitían poder ver en la oscuridad cosas que no se podían ver a plena vista. No estoy hablando de los aparatos electrónicos de visión nocturna que existen hoy día, sino de una capa especial que cubría los lentes que permitían ver en lo oscuro.

En algunas de esas ocasiones mientras yo observaba los barcos de noche descubrí que Playa Alegre solía tener visitantes nocturnos que habrían descubierto como disfrutar de la brisa playera a oscuras. Ocasionalmente observaba las luces de carros que lentamente se movían por la playa hasta llegar algún sitio donde se detenían y luego apagaban sus luces. Yo estoy seguro que sus visitantes nocturnos tenían sus propios lentes siameses con los que podían ver todo perfectamente. Lo menos que ellos se imaginaban era que desde el barrio podía haber alguien observándolos mientras estaban allí. Debido a que la distancia era larga obviamente no se podía ver quien exactamente estaba allí, ni si eran hombres o mujeres o intermedios, pero imagino que no todos iban por pescados y jueyes. Algunos iban a platicar y disfrutar de un momento romántico y la fresca brisa playera nocturna con sus parejas.

Recuerdo una historia que alguien me contó, de un cierto punto, no sé si en Playa Alegre o en El Boquete que solía ser frecuentado por parejas en la noche. Según me contaron, una pareja estaba dentro de su auto “platicando” cuando unos muchachos del barrio los vieron. Alegadamente, los muchachos, muy silenciosamente, recogieron cocos y piedras, se escondieron en los mangles y luego de esperar un rato a que la cosa se pusiera “interesante”, le soltaron una lluvia de piedras y cocos al carro. Solo puedo imaginarme el susto que se llevo esa gente. Debo aclarar, que yo no estaba allí, no sé de quién se trataba, y tampoco nunca vi ningún carro en el barrio mostrando las huellas de tal evento, así que si sucedió, probablemente no eran del barrio.

En una ocasión que corriamos bicicleta por la playa, encontramos lo que parecía ser un trabajito espiritista que tenía un coco, con cenizas y que se yo que mas, tal vez plumas. Sin pensarlo dos veces, nos persignamos para que no se nos pegara nada, y lo rompimos esperando poder liberar al recipiente del trabajito de sus efectos y esperando haberlo hecho a tiempo. Muy posible había sido dejado por uno de esos visitantes nocturnos la noche anterior pues parecía reciente.

Para la mayoría de la gente del barrio, Playa Alegre era un territorio extraño y desconocido en las noches, excepto en una noche especial, La noche de San Juan. En esa celebración anual Playa Alegre verdaderamente se encendía de vida, adquiría su “night life”, dándole la oportunidad a muchos de disfrutar lo que para varios era un secreto. En esa noche, el barrio se desbordaba hacia Playa Alegre y se formaba el “party” del año. Algunos iban en carro, pero muchos se tiraban la caminata desde sus casas, pasando por la jueyera, bordeando los lagos de sal como cucubanos, hasta llegar a la playa, donde estaba la fiesta.

Curiosamente, la mayoría de los visitantes de esa noche eran personas que no se aventuraban a poner un pie allí en ninguna otra noche, pero esa noche era diferente. No solo era una noche de celebración, sino también de liberación. Playa Alegre invitaba a todos a visitar, miedos aparte, a pasar una noche inolvidable. Esa noche milagrosamente, no hacían falta luces ni “fashlights”, y todo el mundo tenía ojos de gato siamés. Una vez adaptada la vista a la oscuridad, se podía ver a todos con plena claridad, aun sin ninguna luz. Si venia algún carro con las luces prendidas era mejor no mirarlo, para no perder la vista de gato.

Mientras unos iban a celebrar la fiesta y compartir con sus amistades, otros iban a poner en a prueba sus creencias para en la media noche tirarse de espaldas al agua o de su manera preferida, contar de traer la buena suerte y lograr sus sueños. Muchos iban a disfrutar de la comida y la bebida, mientras torturaban a los otros con el aroma de las fogatas y las frituras. Para mí no había nada mejor que disfrutar de las cálidas aguas del Mar Caribe en la noche, en grata compañía, y de disfrutar de algún cuchifrito que se pudiera cachetear.

Y como dice el anuncio de Quick de Nestlé, que sonido tan triste cuando se acaba. Si por el gusto de uno hubiera sido, me hubiera quedado allí hasta el amanecer, alargando el “night life” en Playa Alegre. Desafortunadamente teníamos que volver a casa y dejar el territorio libre para los jueyeros, los pescadores y los románticos que disfrutaban de nuestra playa las restantes noches del año. Mientras tanto yo me entretenía mirando los barcos y los ocasionales visitantes con mis binoculares desde el techo de la casa.

16 may 2010

Extranjero en el Paraíso, Segunda parte


"Click" en cualquer foto para ver foto ampliada.


Para leer la primera parte click aqui: Otro Día en "Paradiso": Extranjero En El Paraíso
Como les conté en la primera parte, mi visita a Tallaboa, después de tantos años sin ir, me dejo con sentimientos mixtos. Creo que mis amigos Millie y Elvin lo explicaron con exactitud en sus comentarios en el blog anterior. No planeaba escribir una segunda parte, pero así tuve que hacerlo como una reivindicación a mi Tallaboa, el viejo paraíso.


Uno de mis propósitos para haber ido por Tallaboa fue tomar fotografías, y como ese viernes estaba nublado, decidí volver el lunes en la mañana a ver si tenía mejor suerte. Me dirigí hacia el barrio temprano el lunes, ya que en la tarde volaría de regreso a Miami. Salí de la casa de mis suegros en el campo en lo alto de Ponce, y mientras bajaba hacia me detuve en varias ocasiones a tomar fotos de los paisajes. En la segunda parada, en un sitio con vista al suroeste, note que podía ver la bahía de Guayanilla y mientras fotografiaba usando el zoom descubrí que se podía ver el Castillo Valdivieso. Tome varias fotografías de las cuales comparto esta a la derecha para echar a correr los recuerdos de los que allí íbamos de pasadía decenas de años atrás.


Al llegar a Tallaboa, me dirigí a unas urbanizaciones nuevas que han hecho, justo antes de del barrio, pues mi amiga Socorro me había dicho el viernes cuando la visité que ella solia ir allí a veces para ver las puestas de sol. De allí pude apreciar un mar tan azul como nunca recuerdo haberlo visto allí antes, como si el viejo barrio me estuviera dando una segunda oportunidad para cambiar mi sentir de varios días antes. La vista desde allá arriba es espectacular así que tomé fotos como si no hubiera un mañana.


Luego fuí a la Pescadería en el Boquete, y cuando me bajé del carro alguien me dice, “yo te conozco a ti,  pero de seguro que tu no me reconoces”. Lo miré por unos largos segundos, pero no pude reconocerlo así que me dijo, “Edil, soy yo Elvin Avilés, ¿no te acuerdas de mi?” Por supuesto que sí, le dije, el hermano de Georgie. Nuevamente pensaba en las casualidades de la vida mientras recordaba mi historia Temprano en la Mañana. Le conté a Elvin que hacía dos semanas yo había escrito una historia donde mencionaba a Georgie su hermana. El me compartió que ella había muerto hacía varios años así como otros de sus hermanos, lo cual me apenó. Han muerto muchos del barrio, añadió él.

Mientras estaba allí finalmente pude ver a Noé Flores, mi concuñado y pescador, y también a Cando, otro pescador del barrio, y a su nieto. Ellos me compartieron varias historias y Cando me permitió retratarle con unos jueyes que había cogido. Compartimos por unos minutos, mientras nos hacíamos mil preguntas el uno al otro, como tratando de recobrar 30 años en unos minutos. Alli en la pescaderia también encontré a la hermana menor de Tanta, Awilda Valentin, a quien mencionábamos Socorro, Pilar y yo el viernes en la noche.
 
De allí me dirigí hacia el Pueblito, el cual por cierto, aparte del flujo del tránsito, no ha cambiado mucho. La Iglesia Católica con su vieja gruta, me trajo gratos recuerdos, así como la escuelita. Como hacía algo de calor me detuve en la vieja tienda de de Goyo, para comprar un refresco, donde me encontré con los nuevos dueños, José “Pepe” Bracero y su esposa Enilda, quien suele ser la mama de Nirma. La tienda no ha cambiado en nada. Sus maderos muestran la edad del más viejo de los estudiantes que allí habrá comprado. Mientras allí estaba, llegó la hora del recreo para los estudiantes, los cuales inundaron la tienda. De pronto regresé en el tiempo a aquellos años cuando allí compraba
dulces de aquel amable señor, Don Goyo. En la parte de atrás de la tienda pude ver la vieja casa mostrando los años de historia, donde Don Goyo vivía con su esposa la maestra de estudios sociales, Brígida Figueroa.

Salí de allí sintiéndome como un niño nuevamente con un Freezy en la mano. Me dirigí hacia la tienda de Doña Leti donde la encontré como35 años atrás rodeada de niños comprando dulces. Ella no ha cambiado en nada, siempre alegre y amable. La saludé con mucha alegría, y le tomé una foto para mi colección de recuerdos. Allí también pude ver a su hijo Wilie y a su hija menor y a una de sus nietas. Me despedí con un abrazo y al salir pude ver la tienda de don Gelo, que al igual que las dos primeras permanecen relativamente sin cambiar, como paralizadas en el tiempo, esperando a que yo llegara para llenarme de dulces recuerdos.

Antes de salir del Pueblito fui hacia el parque de pelota. Para mi sorpresa el parque esta en proceso de ser remodelado. Me bajé del carro, entré al parque, caminé hasta la cerca, en lo último del campo central y allí me detuve a contemplar el paisaje. Cuantos juegos jugamos allí, y cuantos Field Days celebrados, tantos bonitos recuerdos. Al salir del parque, justo a su entrada, me llamaron la atención dos perros que estaban acostados en la sombra cerca de la entrada. Curiosamente, uno era negro con ojos marrón, y el otro era como trigueño rubio con ojos claros. Me llamó la atención que uno de
1ellos aguantaba con sus patas delanteras una botella plástica vacía, como si de ella hubiera tomado. No sé porqué, pero con todo el respeto que se merecen los señores, me vinieron a la mente, el viejo Don Juanito y Valentin, y pensé ¿habrán reencarnado y ahora se la pasan aquí juntos?

Al salir del Pueblito y al pasar bajo el puente peatonal me detuve una última vez para contemplar mi vieja casa, en la cual viví hasta el día que me fui al Coast Guard 30 años antes. La misma no ha cambiado mucho, por lo cual fue fácil regresar miles de memorias en cuestión de segundos, especialmente las de mi santa madre parada en frente a la casa saludando y hablando con todo el que pasaba, como la hacía entonces. Al igual que en este momento, con lagrimas en los ojos y el llanto a flor de la labio, continué mi camino, esta vez ya no sintiéndome como extranjero, sino lleno de dulces recuerdos y repleto del calor humano del que me llenaron los que allí encontré esa cálida mañana en el viejo barrio, nuestro paraíso, Tallaboa.

Pescadería                                                                   Playa Alegre

                       



11 may 2010

La Guagua Aérea

En este mi más reciente viaje a Puerto Rico experimenté algo que no esperaba durante el vuelo de Fort Lauderdale a San Juan, La Guagua Aérea. La Guagua Aérea fue una película que creo reseña los puertorriqueñismos que eran parte de los vuelos entre San Juan y Nueva York.

Estoy seguro que todos hemos tenido una mala experiencia durante algún vuelo en el pasado, donde deben haber deseado poder salir de la situación prontamente o que el vuelo llegara pronto a su destino. Tal vez te ha tocado con alguien que claramente debería haber pagado por dos asientos en vez de uno, ó te ha tocado con alguien que no se ha bañado en par de días y no usó perfume ni mucho menos desodorante. En mi caso, por suerte no fue ninguna de estas dos situaciones, pero si fue una molestosa y desconsiderada de parte de un pequeño grupo de pasajeros.

La historia comienza en Fort Lauderdale con un vuelo pautado para las 11:20 de la noche con llegada a San Juan a la 1:50 de la mañana. A la hora que se suponía que abordáramos el avión ni siquiera había llegado al aeropuerto. No había hecho ningún anuncio respecto a retrasos así que me dirigí otra salida y pregunté que sucedía. Me informaron que el vuelo procedente de Detroit se había retrasado y justo en ese momento hacen el anuncio del retraso. Esta demás por decir el efecto que eso tuvo en todos los que esperábamos el vuelo, desilusión. Imagínense, uno cansado, luego de un largo día de trabajo infernal, y que le anuncien que el vuelo se va a retrasar una hora y media, llegaríamos a San Juan a las 3:20 de la mañana.

Finalmente el vuelo llegó y abordamos. Solo habían 57 pasajeros para un total de 145 asientos disponibles, así que pensé que sería un vuelo cómodo y placentero. Se podía ver el cansancio en las caras de la gente al entrar al avión, y pensé que todo el mundo querría descansar. Un pequeño grupo de cinco o seis personas entraron muy alborotaos, hablando duro, haciendo chistes y por mala suerte se sentaron al lado opuesto de donde yo estaba. Ahorita se tranquilizan, pensé yo, pero una vez se sentaron, el cacareo continuó. Esta gente no tenía planes de descansar, lo cual está perfectamente bien si no molestas a nadie. Pero ese no fue el caso, despegamos, el hablar alto continuó, la risa, temas inapropiados de índole sexual, en otras palabras, un grupo de desconsiderados, ruidosos que no le importaba quien estuviera a su lado. Por un momento me recorde de las guaguas escolares y las sustitutas que cogiamos en Puerto Rico y las buyas que amenudose formaban.

Son las 2 de la mañana y la cabina estaba prácticamente a oscuras pues todo el mundo estaba tratando de descansar. Pero los payasos, estaban con su circo de tres actos a todo volumen, ellos mismos actuando como animales. Solo faltaban las cabras y las gallinas para completar la escena de Tran Puerto Rico Airlines. La tripulación estaba ocupada chismoseando en la parte atrás del avión y no tenían planes de mandarlos a callar. En un momento dado se pusieron tan ruidosos, con una risa estruendosa, que me despertaron de un susto del entre sueño en que yo estaba, y yo no aguante mas y solté un SHUT UP!!!!!, mucho más alto que su risa y desorden, y walaaaaaaaa…. silencio. Entonces empecé a escuchar el lento surgir de un montón de aplausos silenciosos, gracias mentales y sonrisas de placer al saber que alguien se había atrevido a parar a esos desconsiderados y descarados, y al fin iban a poder dormir. Creo que fue más el susto que se llevaron al oír mi grito de guerra, que lo que yo dije.

El resto de vuelo fue más silencioso, ellos continuaron su acto, pero mucho más callado. Pudimos entonces descansar algo, y disfrutar del resto del vuelo. Al aterrizar en San Juan, el cansancio se hizo obvio cuando nadie aplaudió como de costumbre, cuando las ruedas tocaron la pista. Al desabordar, pude ver varias miradas y sonrisas en forma de incredulidad a la situación sucedida, y a la vez como dándome gracias por haberles salvado la noche.

Mientras escribo esto, son la 10:05 PM, y estoy a 38,000 pies de altura en algún lugar al norte de la Republica Dominicana, regresando a Miami. El avión está a oscuras, y el silencio, invita al descanso.

Buenas noches.

9 may 2010

Extranjero En El Paraíso

Esta es una entrada de blog especial desde Puerto Rico, a donde estamos mi esposa y yo este fin de semana para visitar nuestros padres y celebrar el Día de Las Madres. Como bono, tuve la oportunidad de ir anoche al cumpleaños de mi prima Jacqueline, quien llegó a su medio siglo, donde nos encontramos gran parte de la familia, y donde compartí con muchos familiares que hacía una década no veía. Aprovechando que estoy en la isla, no podía desperdiciar esta visita hacer una entrada al blog desde El Paraíso, nuestra Isla del Encanto.

Extranjero En El Paraíso
El pasado viernes, después de muchos años, nuevamente recorrí las calles de mi barrio. Esta vez no lo hice imaginariamente como en mis recientes historias, si no, real, en vivo, y a todo color. Cuando empecé a planear este viaje a la isla, me hice el propósito de llegar hasta Tallaboa para dar una vuelta, con calma, ver mi viejo barrio y tomar fotografías. Debo admitir que existía un cierto nivel de anticipación de lo que encontraría. En el último año y medio, fuí dos veces a Tallaboa, pero en ambas ocasiones lo hice de noche, y no hice un recorrido como lo hice ayer.

Llegué al barrio el viernes como a las cinco, de una tarde parcialmente nublada y algo calurosa. Primero me dirigí al Boquete y fuí hasta la pescadería a ver si encontraba a Noé Flores, el pescador de mi historia anterior. Desafortunadamente ya él se había marchado, pero otro atento pescador me invito a entrar y tomar fotos. Ven y retrata estas langostas que trajimos ahorita, me dijo, y así lo hice. Estas langostas eran reales, y al verlas las imagine cocidas en un plato, con una buena porción de tostones y mantequilla derretida. Luego, el me dijo, “ven y retrata este peje que tengo aquí en el freezer”. Cuando miré era un pargo gigante como el de mi historia Temprano en la Mañana. Wao! Que casualidad pensé yo. Y cuanto pesa ese peje, pregunté. Cincuenta y dos libras, dijo él. Wao! Exclamé yo, mientras pensaba en las casualidades de la vida nuevamente recordando mi última historia. No creo haber visto nunca un pargo tan grande, el cual ocupaba casi dos tercios del freezer donde estaba.

Tomé varias fotografias del área del Boquete, los manglares y los esqueletos de barcos abandonados frente a Playa Alegre. Vi a varias personas pero no reconocí a nadie, y aunque los pescadores fueron amables, me sentí extraño, fuera de sitio. Los que estaban por allí me miraban como lo que era en ese momento un extranjero. Le pregunté a uno de los pescadores si se podía llegar a Playa Alegre, pero él me dijo, “solo si tienes un vehículo alto”. No puedo ir en ese carro?, señalando al auto que renté y me dice, “si vas en él vas a estar raspando to’ el camino pues hay muchos hoyos”. Ni modo, no podré ir, y apenado me resigne al hecho. Me dirigí entonces hacia el barrio y entre por la entrada de “la casa del futuro”, frente a la vieja fabrica de sal. Subí hasta la tercera calle tratando de absorber 30 años de cambios. Similar a como cuando uno deja de ver a alguien por muchos años y tu última imagen mental de esa persona es la de 10, 20, ó 30 años atrás, mi mente se confundía entre lo que era, y lo que es hoy. Tal vez esto le suene extraño a alguien que no ha salido del barrio, y no ve la diferencia entre entonces y ahora.

Encontré que han construido mucha nuevas casas entres las que ya existían, dando una apariencia de congestionamiento. Las calles parecen más pequeñas, estrechas, y las cuestas menos empinadas, con excepción con la de Doña Soti, por la cual bajé en el carro, y al hacerlo me pregunté si estaría loco al bajarla antes en bicicleta de la manera que lo hacía. Recorrí las calles y mientras lo hice, las personas que por allí estaban, me miraban detenidamente, con ojos de curiosidad, observando el auto de apariencia lujosa, y perfectamente haciéndome sentir como un extranjero en mi viejo barrio, en mi viejo paraíso.

Por suerte, no todo fue extraño en el barrio. Pase por frente a mi vieja casa, donde crecí, y me afloraron muchas memorias que trajeron nostalgia a mi corazón. Las escuelas, el puente, el centro comunal, y el negocio de Don Agustín están aun allí, diferentes, pero crearon un aire de familiaridad. Subí el puente y crucé hasta el otro lado de la escuela, como en los viejos tiempos. Allí estuve un rato, observando, recordando y tomando fotos. Otro sentido de familiaridad lo causo el encontrarme con Doña Mary Resto, quien vive en la Tercera Calle al lado de donde vivía Iris y Eileen Ramos. Doña Mary estaba en el balcón, me detuve y la saludé, y después de varios minutos se acordó de mí y de mi familia. Prontamente me di cuenta que sufre de alzhéimer, al ella repetir las cosas dos y tres veces, pero sigue aún dulce, amable y habladora, con muchos deseos de conversar. Me enfatizo varias veces que aun sigue trabajando en su patio, como siempre lo hacía. Me dio lástima despedirme, pero me fuí con el consuelo y la alegría que le causé al detenerme a saludarla y conversar con ella.

De mucha alegría fue también el poder saludar a mis viejos amigos, Mildred y Ernesto Cuascut, quienes han luchado arduamente en contra de las fuerzas industriales para preservar la seguridad ambiental del viejo barrio. Otra muestra de amor y amistad la recibí al visitar a mi amigas Socorro y su hermana Pilar, quienes después de vivir en los Estados Unidos, regresaron al barrio, contestando el llamado que le hacia su tierra, su viejo barrio, el paraíso que las vio nacer.

Salí del barrio ya oscuro, como si fuera la forma perfecta de no ver lo que ya no es, y poder preservar la memorias pasadas, del tiempo en que allí crecí, donde me sentía en mi casa y no como un extranjero en el paraíso.

Para leer la segunda parte click aqui: http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/05/extrano-en-el-paraiso-segundo-acto.html



1 may 2010

Temprano En La Mañana

Desperté temprano hoy sábado, me hice una taza de café negro, bien dulce, agarro mi bicicleta y salgo a repartir los periódicos como de costumbre por las calles de Tallaboa. Ya Agustín con su sombrero blanco y reservada sonrisa, abrió la tienda, así que me detengo y compro media libra de pan de agua caliente y la meto en la bolsa de los periódicos para comer mientras recorro el barrio. Ese olor del pan me vuelve loco, que sabroso huele y que incomparable sabor.

En la tienda me encuentro con Georgie Avilés, quien llegó a comprar pan, vestida con una bata de flores adornando su piel morena, arrastrando sus chancletas con cada paso, sonriente como siempre y su eterno guiñar de ojos. Buenos días Georgie, le digo. ¿Cuando te casas? Le pregunté. Un día de estos, estoy buscando novio, me dice. Que tengas un buen, le digo al despedirme, y se vá sonriente con su cabeza baja, su chancletear y lento caminar, con una libra de pan debajo de su brazo.

Al lado de la tienda, sentado en las escaleras está Don Valentín, Valento, con su caneca de ron al lado. Buenos días Don Valentín, lo saludo. Buenos días, me contesta, con su sincera sonrisa a medias, y con su usual hablar enredado por la huma que le acompaña. No se olvide que papi lo espera para que le desyerbe el patio, le recordé. Sí, yo paso por allá cuando se me pase la huma, el contestó. Le sujerí. chúpese dos ó tres chinas de esas que tiene ahí Agustín pa’ que coja ánimo. Que tenga buen día, me despido y me voy pedaleando.

Cuando llego al El Pueblito a recoger el San Juan Star, ya Don Gelo esta despierto listo para salir en su Cushman. Buenos días Don Gelo, como está. Muy bien, contesto él, “otro día en paradíso”, añadió. Claro que si, le dije, para mi todos los días son un día en “paradíso”. Pa’ donde va tan temprano, le pregunté. Voy pa’l pueblo, a buscar mercancía pa’ la tienda. Bueno, que tenga buen día, coja por la orillita, le dije, y el arrancó en su motora de tres ruedas, vestido de kaki, con sus gruesos espejuelos en dirección a Ponce.

Miro momentáneamente y veo la escuelita al frente de la tienda, y recuerdo en un instante, mi salón de kindergarten. Que gratos y cálidos recuerdos. El tiempo apremia y la gente espera el periódico así que apresuro el pedaleo. Llego a casa de Mrs. Díaz, la maestra de inglés. Ella esta sentada en el balcón con su esposo Don Joe, esperando el periódico, y tomando café. Good morning Mrs. Diaz, le saludé. Good morning Edil. ¿How are you? I am fine, thank you. Le contesto como si estuviera en la clase. Inmediatamente recuerdo lo cómico que es cuando ella abre su cartera y suena la alarma que tiene en ella. También recuerdo el día en que Manuelito, Manuel Alicea, que en paz descanse, le pone una tachuela en la silla del escritorio de ella. Que indignación le causo a ella, y no era para menos, pues hasta el elegante pantalón amarillo se mancho con sangre. No sé porque pero pienso que todos los muchachos de la clase se disfrutaron el evento aunque nadie se atrevió a reírse. En otra ocasión, en una de esas de trifulcas que causaba Manuelito, el salió del salón súper molesto y mientras subía las escaleras del puente le grito hacia el salón que le iba cortar con un machete las "grandes" de Cayey que ella tenía. Siempre me rio cada vez que recuerdo ese incidente.

Paso al frente de la casa de los Valedón en la primera calle, y allí esta sentado en el contador de agua de los Bauzá, Don Juanito, Don Juan sin miedo. Buenos días Don Juanito, ¿qué hace despierto tan temprano? Con su cigarro en la mano, su hablar pesado, y ronco por los noventa y tanto años que tiene, me dice, aquí mijo, no puedo dormir, pues no quiero que me encuentre durmiendo. ¿Quién? Le pregunto yo. La muerte mijo, la muerte. A mí no me coge durmiendo, yo pa’l paraíso no voy todavía, me dice. No lo culpo, le digo yo, a la verdad que aquí el “paradíso” esta bueno, y no hay que tener prisa. Tiene todavia hasta los 105 años, así que disfrute lo que le queda. Que pase buen día, me despido. Y todos los días yo veo a Don Juan, pasearse por la primera calle, alto, elegante, con su piel morena y su lento caminar, sin prisa, como el de quien no quiere llegar a ningún lado.

Cuando paso por el Boquete, veo a los pescadores descargando sus botes, después de haber pasado la noche en altamar, así que voy para allá. ¡Wao! ¡Que clache e’ langosta! ¡Y mira ese pargo! ¿Como cuánto pesa ese peje? Ese pesa como 50 libras, me dice Noé, el de los Flores, con su bronceado natural y timida sonrisa. ¿Qué más cogistes? Le pregunto. Ahí traje arrallao, chillos, pulpo, carrucho y juey dormio, contesto él. Ah pues se lo voy a decir a papi pa’ que venga a comprar. Adiós, dije mientras continúo mi ruta.

Al salir del Boquete subo hasta la segunda calle, bajo la cuaesta de Don Tano, y al pasar frente a Don Agustin El Barbero el ya tiene a alguien en la silla recortandolo. Edil, estas pelú, te hace falta un recorte, ven pa' aca. No, si me voy a dejar crecer un afro antes de que se me caiga el pelo, le contesto yo mientras pujo al subir la cuesta en la bicicleta.

Mas adelante en la tienda de Nigaglioni me encuentro con don Rafa, Mala Rueda. Buenos días Don Rafa, como está, le digo. Aquí mijo a buscar unas cosas que necesito pa’ esta noche, que tengo las Fiestas de Cruz en casa. Ah sí, yo las oí anoche desde mi casa. Se oyó bien, le digo por cortesía. Pues que tenga usted buen día, y guie con mucho cuidado, le digo al marcharme recordando lo mal que guía. Dale saludos a Don Quique y Doña Ramonita me contesta él. Serán apreciados, grité yo mientras me alejo en la bicicleta.

Continúo hasta llegar a la gran cuesta, la de Doña Soti, donde me detengo para dejarle el periódico, y luego de de disfrutar el sabroso café que ella me ofrece, subo hasta la tercera calle. Al llegar al negocio del papá de Chiro Melendez en la tercera calle me encuentro con el escobero, señor de baja estatura, trigueño por el sol, pelo negro lacio, con su ropa ajada, y humilde manera, que bajaba del monte por la cuarta calle, con su carretilla de madera llena de palmas para escobas. Como nunca me acuerdo de su nombre sólo le digo “buenos días, ya recogió las palmas pa’ las escobas”. Si mijo, siempre voy tempranito pa’ que el sol no me castigue. Ahora voy pa’ hacer unas cuantas escobas que me pidieron. Pues cuando pase por casa, lláme, porque la última que mami compró ya está en lo último y creo que se necesita otra, le digo. Está bien, yo paso por allá cuando termine, contesta él. Pues nos vemos que tengo prisa porque ahorita vamos los muchachos del grupo a salir, le digo yo. ¿Y pa’ donde van? Pregunta él. Creo que vamos pal Castillo, el de Mario Mercado, que esta allá abandonado en los montes detrás de la CORCO. Ah sí, dijo él, ese lugar da miedo, yo iba allí a llevar escobas cuando ellos todavía vivían allí, pero nunca más he vuelto desde que lo cerraron. ¡Tengan cuidado! Exclamó él mientras yo me alejé.

24 abr 2010

Playa Alegre

Playa Alegre - 2010
 Mi último cuento, "Tallaboa Periódicos y Café", fue un torrente de recuerdos de mí querido barrio Tallaboa. Vinieron muchas memorias a mi mente de sitios, personas y momentos de antaño que evocaron aún más recuerdos, por mucho tiempo cubiertos por pensamientos recientes. Hay que reconocer, como dice mi amiga Helen, que recordar es vivir. Entre los muchos recuerdos que emanaron, surgen los de lo que es probablemente uno de los sitios favoritos para los que crecimos en el barrio, Playa Alegre.

Playa Alegre, como la solíamos llamar, nos es una Caña Gorda, ni una Playa Santa, ni mucho menos un Manglillo. No tiene arena blanca, ni una orilla llevadera, está llena de algas y en sitios hasta un babote de olor desagradable que de seguro se puede mercadear como humectante para la piel. En realidad, aunque nuestra playa favorita no era la más bonita, tenía un atractivo como ninguna otra. Nos atraía día a día con su silencio, su paz, y las amigables compañías que siempre allí disfrutábamos.

La costa de Tallaboa. Los lagos secos de la vieja fabrica de sal en frente.
Las primeras veces que fui a Playa Alegre lo hice en compañía de Don Toñin Velázquez y sus nietos. Solíamos ir, él tiraba tarraya y nosotros explorábamos los alrededores, mientras él nos pedía que no hiciéramos ruido ni tiráramos nada al agua para no espantar las sardinas. A medida que crecimos, Playa Alegre se convirtió en nuestro patio de juego. Iba allí semanalmente en mi bicicleta, a veces solo, pero a menudo acompañado por mi primo Tito, o mis amigos Carlitos y Luisito entre otros. Solíamos comprar “limbers” allí mismo en la playa en la casa creo que de Don Sixto, que se encontraba pasado el montón de sal; mi favorito era el de mantecado. Nos sentábamos en el tope de la montaña de sal a disfrutar los ”limbers”, contemplando el barrio a la distancia, el mar y unas puestas de sol incomparables.

La montaña de sal, blanca como la nieve, llegaba en barco, y era desembarcada en uno de los esperados eventos del barrio, donde los jóvenes trabajaban en la operación de desembarco trabajando las “bachas” las 24 horas al día. Recuerdo como ansiaba poder algún día trabajar en el proceso de traer la sal, pero yo era chiquito. Luego de desembarcada la sal, usábamos la montaña como sitio de juego, escalándola, deslizándonos y tirándonos por sus lados, como si se tratara de nieve. Luego del primer aguacero se ponía sólida como piedra, lista para pelar rodillas.

Cando con sus nietos pescando.
En Playa Alegre pasamos veranos enteros, de mañana a tarde, tostándonos como café, jugando, nadando, pescando, buceando y remando. Recuerdo mi inicial aprensión las primeras veces que fui a tirarme al agua desde el lado del montón. Lo veía tan profundo y peligroso y la otra orilla tan lejana, pero a medida que paso el tiempo, le perdí el miedo, hasta que logré cruzar a nado hasta el otro lado; tremenda conquista. En al menos una ocasión, “pescamos” un montón de almejas lavando la arena, las cuales Doña Rafaela preparo en un rico arroz con almejas. En otra ocasión, pescamos docenas de peces a palos, si, a palos. Sucede que “la salina” estaba vaciando los lagos no sé por qué razón y nosotros fuimos armado de palos y baldes, y a cantazo limpio cogimos varias docenas de peces, los cuales le dimos pa‘ abajo en tremenda “fritolera”.

Una de mis actividades favoritas era cuando íbamos temprano en la mañana a coger carruchos cuando todavía se podían encontrar cerca de la orilla. Caminábamos el bajo, recogiendo cuanto carrucho había, los llevábamos a la orilla, prendíamos una fogata, y a cocinar carruchos. A veces comíamos tantos, hasta hartarnos. Años más tarde ya esto no era posible pues solo se conseguían en lo profundo, y yo estoy casi seguro que no fue nuestra culpa el que desaparecieran.

Una vez mientras estaba en el montón, llego un inmenso helicóptero blanco con franjas rojas, los Guarda Costas, a chequear un barco que apareció abandonado en la orilla de la playa. Decían las malas lenguas que había sido usado para transportar drogas, pero aunque el barco no me impresiono, el helicóptero sí. Años más tarde tuve la oportunidad de volar en uno de esos helicópteros después que entré a la Guarda Costera, a donde serví por 22 años.

Esqueletos de barcos hoy "adornan" nuestra playa.
Playa Alegre ya no es la misma. La Salina ya no existe. Oí que años atrás trataron de convertir los lagos y que en un criadero de camarones, en un tiempo prohibiendo el paso para la playa, lo que provocó protestas. Extranjeros trajeron unos esqueletos de barcos y que para hacer un casino flotante, los cuales ahora “adornan” nuestra playa, y parten el corazón de los que la disfrutamos en el pasado. Hoy yo me pregunto, como permitieron tal desastre.

Hace muchos años que no voy a Playa Alegre, pero como le dije a mi amiga Socorro, estoy deseoso de visitarla nuevamente; no sé qué voy a encontrar. El mirador al tope de la montaña de sal ya no existe, pero aún así deseo ir de nuevo para desde allí, disfrutando de un “limber” imaginario, poder recordar las viejas amistades mientras admiro nuestro barrio, el mar, una puesta de sol, como en los viejos tiempos.

El Boquete - 2010