El Cumpleaños de la Liberación
El Cumpleaños de la Liberación
Hace muchos años, alguien que no me conocía me dijo que durante mi vida yo cargaba un cinturón de trabajo, en el cual yo añadía nuevas herramientas y habilidades, las cuales usaba para ayudar a otros. Reconociendo que esto ha sido así por muchos años, lo cual he hecho desinteresadamente y con mucho amor, decidí que este mi cumpleaños número 65, sería mi cumpleaños de liberación.
Tomo esta decisión no porque no disfrute el ayudar a otros, sino porque el tiempo que uno usa para otras cosas que no necesariamente benefician a uno directamente, es tiempo que no se puede recobrar, y ya voy camino cuesta abajo, como dicen por ahí.
Aunque en realidad me retiré a los 59 años por razones de salud, lo cierto es que cuando nos retiramos, verdaderamente comienza el trabajo de verdad. Tal vez sea porque uno ahora tiene el tiempo disponible para involucrarse en nuevas actividades, tareas y proyectos para los que antes no tenía tiempo. Lo cierto es que soy testimonio vivo de este hecho, y lo llevé a cabo aún en contra de mi propio bienestar, y el cuerpo ni el tiempo perdonan.
Mi jubilación en el 2019, marcó el final de una era de servicio a sistemas externos y el comienzo de una etapa donde, finalmente, podría hacer lo que yo quisiera, pero no fue necesariamente así. La realidad fue que al igual que en años anteriores continuaba voluntariandome a tomar proyectos para ayudar donde era requerido. Creo que al igual que mi papá, me era difícil mirar en otra dirección cuando hacía falta ayuda.
No fue nada diferente cuando durante las pasadas dos o tres semanas, durante nuestro último viaje a Puerto Rico. Sabíamos que había que atender un problema que presentaba una situación peligrosa. Después de analizarlo cuidadosamente, decidí que el trabajo iba a requerir más esfuerzo que el que yo podía asumir, por lo que se contrató una persona. Como la mayoría de los proyectos de construcción, no tardaron por surgir complicaciones que extendieron un trabajo de dos días a dos semanas.
Aunque yo no estaba haciendo el trabajo físico, la supervisión, la espera, los retrasos, viajes a comprar materiales, y sobre todo el abrumador calor y la humedad fueron casi infernales. En un momento bromeé sobre el hecho de que sentía que este proyecto era como un purgatorio, uno que me purificó personalmente, y me llevó a la decisión de cesar mis usuales viajes de trabajo.
Durante décadas he vivido con ese cinturón de herramientas, siempre agregando una nueva habilidad para resolver el problema de alguien más, siempre disponible para ayudar, siempre poniendo las necesidades de otros antes que las mías propias. Ha sido una vida de servicio generoso, pero también una vida donde mi tiempo no me pertenecía completamente.
Ahora, a los 65, he llegado a una comprensión profunda: el tiempo es lo único que verdaderamente no se puede recuperar. Cada hora que invierto en algo que no me nutre directamente es una hora menos de mi vida finita. No es egoísmo; es sabiduría práctica. No es falta de amor hacia otros; es amor propio que durante años dejé en segundo plano.
La Urgencia del Tiempo
"El tiempo sigue corriendo, la mecha quemándose, y la vela consumiéndose." Esta consciencia de mi tiempo limitado, lejos de ser mórbida, se ha convertido en el combustible para vivir con mayor intensidad y propósito. Si tengo la fortuna de estar sano y lúcido, es probable que me queden entre 15 y 25 años de vida activa. Eso son aproximadamente 5,500 a 9,000 días. Cuando pongo números concretos a mi tiempo restante, cada día se vuelve precioso de una manera que nunca antes experimenté.
Esta urgencia consciente me empuja a priorizar experiencias sobre posesiones, a invertir en relaciones significativas, a buscar momentos de belleza y contemplación, y a decir "no" a lo que no me nutre.
Liberándome de las Cosas
Una revelación poderosa ha sido comprender cuánto tiempo de mi vida he dedicado a servir a mis posesiones en lugar de que ellas me sirvan a mí. Cada objeto demanda tiempo: comprarlo, limpiarlo, mantenerlo, repararlo, organizarlo. Una casa más grande requiere más horas de limpieza y mantenimiento. Menos herramientas significa menos tiempo organizándolas. Un ropero simplificado elimina el tiempo perdido decidiendo qué ponerme.
Al minimizar mis posesiones, no solo libero tiempo físico; libero espacio mental para estar presente en mis experiencias y enfocarme en lo que realmente importa. Es mi cambio paradigmático: pasar de ser coleccionista de objetos a ser curador de experiencias.
Estableciendo Límites
Mi liberación requiere límites claros. Límites de tiempo: "Los martes son míos." Límites emocionales: "No voy a absorber el drama de otros." Límites físicos: "No haré cosas que comprometan mi bienestar." He aprendido que puedo ayudar a otros de maneras que también me beneficien. Puedo ser selectivo con mis energías. Puedo decir "no" sin sentir culpa.
El Privilegio y la Responsabilidad
Llegar a los 65 con salud, claridad mental, y recursos suficientes para declararla como mi cumpleaños de liberación es un privilegio extraordinario. Reconocer este privilegio no debe generar culpa, sino responsabilidad: la responsabilidad de no desperdiciarlo, de usarlo de manera que honre tanto mi buena fortuna como la memoria de aquellos que no tuvieron la misma oportunidad.
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