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Para leer la primera parte click aqui: Otro Día en "Paradiso": Extranjero En El Paraíso
Como les conté en la primera parte, mi visita a Tallaboa, después de tantos años sin ir, me dejo con sentimientos mixtos. Creo que mis amigos Millie y Elvin lo explicaron con exactitud en sus comentarios en el blog anterior. No planeaba escribir una segunda parte, pero así tuve que hacerlo como una reivindicación a mi Tallaboa, el viejo paraíso.
Para leer la primera parte click aqui: Otro Día en "Paradiso": Extranjero En El Paraíso
Como les conté en la primera parte, mi visita a Tallaboa, después de tantos años sin ir, me dejo con sentimientos mixtos. Creo que mis amigos Millie y Elvin lo explicaron con exactitud en sus comentarios en el blog anterior. No planeaba escribir una segunda parte, pero así tuve que hacerlo como una reivindicación a mi Tallaboa, el viejo paraíso.
Uno de mis propósitos para haber ido por Tallaboa fue tomar fotografías, y como ese viernes estaba nublado, decidí volver el lunes en la mañana a ver si tenía mejor suerte. Me dirigí hacia el barrio temprano el lunes, ya que en la tarde volaría de regreso a Miami. Salí de la casa de mis suegros en el campo en lo alto de Ponce, y mientras bajaba hacia me detuve en varias ocasiones a tomar fotos de los paisajes. En la segunda parada, en un sitio con vista al suroeste, note que podía ver la bahía de Guayanilla y mientras fotografiaba usando el zoom descubrí que se podía ver el Castillo Valdivieso. Tome varias fotografías de las cuales comparto esta a la derecha para echar a correr los recuerdos de los que allí íbamos de pasadía decenas de años atrás.
Al llegar a Tallaboa, me dirigí a unas urbanizaciones nuevas que han hecho, justo antes de del barrio, pues mi amiga Socorro me había dicho el viernes cuando la visité que ella solia ir allí a veces para ver las puestas de sol. De allí pude apreciar un mar tan azul como nunca recuerdo haberlo visto allí antes, como si el viejo barrio me estuviera dando una segunda oportunidad para cambiar mi sentir de varios días antes. La vista desde allá arriba es espectacular así que tomé fotos como si no hubiera un mañana.
Luego fuí a la Pescadería en el Boquete, y cuando me bajé del carro alguien me dice, “yo te conozco a ti, pero de seguro que tu no me reconoces”. Lo miré por unos largos segundos, pero no pude reconocerlo así que me dijo, “Edil, soy yo Elvin Avilés, ¿no te acuerdas de mi?” Por supuesto que sí, le dije, el hermano de Georgie. Nuevamente pensaba en las casualidades de la vida mientras recordaba mi historia Temprano en la Mañana. Le conté a Elvin que hacía dos semanas yo había escrito una historia donde mencionaba a Georgie su hermana. El me compartió que ella había muerto hacía varios años así como otros de sus hermanos, lo cual me apenó. Han muerto muchos del barrio, añadió él.
Mientras estaba allí finalmente pude ver a Noé Flores, mi concuñado y pescador, y también a Cando, otro pescador del barrio, y a su nieto. Ellos me compartieron varias historias y Cando me permitió retratarle con unos jueyes que había cogido. Compartimos por unos minutos, mientras nos hacíamos mil preguntas el uno al otro, como tratando de recobrar 30 años en unos minutos. Alli en la pescaderia también encontré a la hermana menor de Tanta, Awilda Valentin, a quien mencionábamos Socorro, Pilar y yo el viernes en la noche.
Mientras estaba allí finalmente pude ver a Noé Flores, mi concuñado y pescador, y también a Cando, otro pescador del barrio, y a su nieto. Ellos me compartieron varias historias y Cando me permitió retratarle con unos jueyes que había cogido. Compartimos por unos minutos, mientras nos hacíamos mil preguntas el uno al otro, como tratando de recobrar 30 años en unos minutos. Alli en la pescaderia también encontré a la hermana menor de Tanta, Awilda Valentin, a quien mencionábamos Socorro, Pilar y yo el viernes en la noche.
De allí me dirigí hacia el Pueblito, el cual por cierto, aparte del flujo del tránsito, no ha cambiado mucho. La Iglesia Católica con su vieja gruta, me trajo gratos recuerdos, así como la escuelita. Como hacía algo de calor me detuve en la vieja tienda de de Goyo, para comprar un refresco, donde me encontré con los nuevos dueños, José “Pepe” Bracero y su esposa Enilda, quien suele ser la mama de Nirma. La tienda no ha cambiado en nada. Sus maderos muestran la edad del más viejo de los estudiantes que allí habrá comprado. Mientras allí estaba, llegó la hora del recreo para los estudiantes, los cuales inundaron la tienda. De pronto regresé en el tiempo a aquellos años cuando allí compraba
dulces de aquel amable señor, Don Goyo. En la parte de atrás de la tienda pude ver la vieja casa mostrando los años de historia, donde Don Goyo vivía con su esposa la maestra de estudios sociales, Brígida Figueroa.
Salí de allí sintiéndome como un niño nuevamente con un Freezy en la mano. Me dirigí hacia la tienda de Doña Leti donde la encontré como35 años atrás rodeada de niños comprando dulces. Ella no ha cambiado en nada, siempre alegre y amable. La saludé con mucha alegría, y le tomé una foto para mi colección de recuerdos. Allí también pude ver a su hijo Wilie y a su hija menor y a una de sus nietas. Me despedí con un abrazo y al salir pude ver la tienda de don Gelo, que al igual que las dos primeras permanecen relativamente sin cambiar, como paralizadas en el tiempo, esperando a que yo llegara para llenarme de dulces recuerdos.
dulces de aquel amable señor, Don Goyo. En la parte de atrás de la tienda pude ver la vieja casa mostrando los años de historia, donde Don Goyo vivía con su esposa la maestra de estudios sociales, Brígida Figueroa.
Salí de allí sintiéndome como un niño nuevamente con un Freezy en la mano. Me dirigí hacia la tienda de Doña Leti donde la encontré como35 años atrás rodeada de niños comprando dulces. Ella no ha cambiado en nada, siempre alegre y amable. La saludé con mucha alegría, y le tomé una foto para mi colección de recuerdos. Allí también pude ver a su hijo Wilie y a su hija menor y a una de sus nietas. Me despedí con un abrazo y al salir pude ver la tienda de don Gelo, que al igual que las dos primeras permanecen relativamente sin cambiar, como paralizadas en el tiempo, esperando a que yo llegara para llenarme de dulces recuerdos.
1ellos aguantaba con sus patas delanteras una botella plástica vacía, como si de ella hubiera tomado. No sé porqué, pero con todo el respeto que se merecen los señores, me vinieron a la mente, el viejo Don Juanito y Valentin, y pensé ¿habrán reencarnado y ahora se la pasan aquí juntos?
Al salir del Pueblito y al pasar bajo el puente peatonal me detuve una última vez para contemplar mi vieja casa, en la cual viví hasta el día que me fui al Coast Guard 30 años antes. La misma no ha cambiado mucho, por lo cual fue fácil regresar miles de memorias en cuestión de segundos, especialmente las de mi santa madre parada en frente a la casa saludando y hablando con todo el que pasaba, como la hacía entonces. Al igual que en este momento, con lagrimas en los ojos y el llanto a flor de la labio, continué mi camino, esta vez ya no sintiéndome como extranjero, sino lleno de dulces recuerdos y repleto del calor humano del que me llenaron los que allí encontré esa cálida mañana en el viejo barrio, nuestro paraíso, Tallaboa.