Welcome to my blog. Another Day in "Paradiso" was created to capture and share news, moments, memories, photos, videos and more, that make our days. One of my favorite phrases is "another day in paradise", which we use often, sometimes sarcastically, referring to our daily living in otherwise not so perfect days. With this in mind, I have long adopted the phrase "otro dia en el paradiso" (another day in paradiso), remembering that in this imperfect world we must make our own "paradiso".



"Paradiso"

"Paradiso"
Viejo San Juan

16 may 2010

Extranjero en el Paraíso, Segunda parte


"Click" en cualquer foto para ver foto ampliada.


Para leer la primera parte click aqui: Otro Día en "Paradiso": Extranjero En El Paraíso
Como les conté en la primera parte, mi visita a Tallaboa, después de tantos años sin ir, me dejo con sentimientos mixtos. Creo que mis amigos Millie y Elvin lo explicaron con exactitud en sus comentarios en el blog anterior. No planeaba escribir una segunda parte, pero así tuve que hacerlo como una reivindicación a mi Tallaboa, el viejo paraíso.


Uno de mis propósitos para haber ido por Tallaboa fue tomar fotografías, y como ese viernes estaba nublado, decidí volver el lunes en la mañana a ver si tenía mejor suerte. Me dirigí hacia el barrio temprano el lunes, ya que en la tarde volaría de regreso a Miami. Salí de la casa de mis suegros en el campo en lo alto de Ponce, y mientras bajaba hacia me detuve en varias ocasiones a tomar fotos de los paisajes. En la segunda parada, en un sitio con vista al suroeste, note que podía ver la bahía de Guayanilla y mientras fotografiaba usando el zoom descubrí que se podía ver el Castillo Valdivieso. Tome varias fotografías de las cuales comparto esta a la derecha para echar a correr los recuerdos de los que allí íbamos de pasadía decenas de años atrás.


Al llegar a Tallaboa, me dirigí a unas urbanizaciones nuevas que han hecho, justo antes de del barrio, pues mi amiga Socorro me había dicho el viernes cuando la visité que ella solia ir allí a veces para ver las puestas de sol. De allí pude apreciar un mar tan azul como nunca recuerdo haberlo visto allí antes, como si el viejo barrio me estuviera dando una segunda oportunidad para cambiar mi sentir de varios días antes. La vista desde allá arriba es espectacular así que tomé fotos como si no hubiera un mañana.


Luego fuí a la Pescadería en el Boquete, y cuando me bajé del carro alguien me dice, “yo te conozco a ti,  pero de seguro que tu no me reconoces”. Lo miré por unos largos segundos, pero no pude reconocerlo así que me dijo, “Edil, soy yo Elvin Avilés, ¿no te acuerdas de mi?” Por supuesto que sí, le dije, el hermano de Georgie. Nuevamente pensaba en las casualidades de la vida mientras recordaba mi historia Temprano en la Mañana. Le conté a Elvin que hacía dos semanas yo había escrito una historia donde mencionaba a Georgie su hermana. El me compartió que ella había muerto hacía varios años así como otros de sus hermanos, lo cual me apenó. Han muerto muchos del barrio, añadió él.

Mientras estaba allí finalmente pude ver a Noé Flores, mi concuñado y pescador, y también a Cando, otro pescador del barrio, y a su nieto. Ellos me compartieron varias historias y Cando me permitió retratarle con unos jueyes que había cogido. Compartimos por unos minutos, mientras nos hacíamos mil preguntas el uno al otro, como tratando de recobrar 30 años en unos minutos. Alli en la pescaderia también encontré a la hermana menor de Tanta, Awilda Valentin, a quien mencionábamos Socorro, Pilar y yo el viernes en la noche.
 
De allí me dirigí hacia el Pueblito, el cual por cierto, aparte del flujo del tránsito, no ha cambiado mucho. La Iglesia Católica con su vieja gruta, me trajo gratos recuerdos, así como la escuelita. Como hacía algo de calor me detuve en la vieja tienda de de Goyo, para comprar un refresco, donde me encontré con los nuevos dueños, José “Pepe” Bracero y su esposa Enilda, quien suele ser la mama de Nirma. La tienda no ha cambiado en nada. Sus maderos muestran la edad del más viejo de los estudiantes que allí habrá comprado. Mientras allí estaba, llegó la hora del recreo para los estudiantes, los cuales inundaron la tienda. De pronto regresé en el tiempo a aquellos años cuando allí compraba
dulces de aquel amable señor, Don Goyo. En la parte de atrás de la tienda pude ver la vieja casa mostrando los años de historia, donde Don Goyo vivía con su esposa la maestra de estudios sociales, Brígida Figueroa.

Salí de allí sintiéndome como un niño nuevamente con un Freezy en la mano. Me dirigí hacia la tienda de Doña Leti donde la encontré como35 años atrás rodeada de niños comprando dulces. Ella no ha cambiado en nada, siempre alegre y amable. La saludé con mucha alegría, y le tomé una foto para mi colección de recuerdos. Allí también pude ver a su hijo Wilie y a su hija menor y a una de sus nietas. Me despedí con un abrazo y al salir pude ver la tienda de don Gelo, que al igual que las dos primeras permanecen relativamente sin cambiar, como paralizadas en el tiempo, esperando a que yo llegara para llenarme de dulces recuerdos.

Antes de salir del Pueblito fui hacia el parque de pelota. Para mi sorpresa el parque esta en proceso de ser remodelado. Me bajé del carro, entré al parque, caminé hasta la cerca, en lo último del campo central y allí me detuve a contemplar el paisaje. Cuantos juegos jugamos allí, y cuantos Field Days celebrados, tantos bonitos recuerdos. Al salir del parque, justo a su entrada, me llamaron la atención dos perros que estaban acostados en la sombra cerca de la entrada. Curiosamente, uno era negro con ojos marrón, y el otro era como trigueño rubio con ojos claros. Me llamó la atención que uno de
1ellos aguantaba con sus patas delanteras una botella plástica vacía, como si de ella hubiera tomado. No sé porqué, pero con todo el respeto que se merecen los señores, me vinieron a la mente, el viejo Don Juanito y Valentin, y pensé ¿habrán reencarnado y ahora se la pasan aquí juntos?

Al salir del Pueblito y al pasar bajo el puente peatonal me detuve una última vez para contemplar mi vieja casa, en la cual viví hasta el día que me fui al Coast Guard 30 años antes. La misma no ha cambiado mucho, por lo cual fue fácil regresar miles de memorias en cuestión de segundos, especialmente las de mi santa madre parada en frente a la casa saludando y hablando con todo el que pasaba, como la hacía entonces. Al igual que en este momento, con lagrimas en los ojos y el llanto a flor de la labio, continué mi camino, esta vez ya no sintiéndome como extranjero, sino lleno de dulces recuerdos y repleto del calor humano del que me llenaron los que allí encontré esa cálida mañana en el viejo barrio, nuestro paraíso, Tallaboa.

Pescadería                                                                   Playa Alegre

                       



11 may 2010

La Guagua Aérea

En este mi más reciente viaje a Puerto Rico experimenté algo que no esperaba durante el vuelo de Fort Lauderdale a San Juan, La Guagua Aérea. La Guagua Aérea fue una película que creo reseña los puertorriqueñismos que eran parte de los vuelos entre San Juan y Nueva York.

Estoy seguro que todos hemos tenido una mala experiencia durante algún vuelo en el pasado, donde deben haber deseado poder salir de la situación prontamente o que el vuelo llegara pronto a su destino. Tal vez te ha tocado con alguien que claramente debería haber pagado por dos asientos en vez de uno, ó te ha tocado con alguien que no se ha bañado en par de días y no usó perfume ni mucho menos desodorante. En mi caso, por suerte no fue ninguna de estas dos situaciones, pero si fue una molestosa y desconsiderada de parte de un pequeño grupo de pasajeros.

La historia comienza en Fort Lauderdale con un vuelo pautado para las 11:20 de la noche con llegada a San Juan a la 1:50 de la mañana. A la hora que se suponía que abordáramos el avión ni siquiera había llegado al aeropuerto. No había hecho ningún anuncio respecto a retrasos así que me dirigí otra salida y pregunté que sucedía. Me informaron que el vuelo procedente de Detroit se había retrasado y justo en ese momento hacen el anuncio del retraso. Esta demás por decir el efecto que eso tuvo en todos los que esperábamos el vuelo, desilusión. Imagínense, uno cansado, luego de un largo día de trabajo infernal, y que le anuncien que el vuelo se va a retrasar una hora y media, llegaríamos a San Juan a las 3:20 de la mañana.

Finalmente el vuelo llegó y abordamos. Solo habían 57 pasajeros para un total de 145 asientos disponibles, así que pensé que sería un vuelo cómodo y placentero. Se podía ver el cansancio en las caras de la gente al entrar al avión, y pensé que todo el mundo querría descansar. Un pequeño grupo de cinco o seis personas entraron muy alborotaos, hablando duro, haciendo chistes y por mala suerte se sentaron al lado opuesto de donde yo estaba. Ahorita se tranquilizan, pensé yo, pero una vez se sentaron, el cacareo continuó. Esta gente no tenía planes de descansar, lo cual está perfectamente bien si no molestas a nadie. Pero ese no fue el caso, despegamos, el hablar alto continuó, la risa, temas inapropiados de índole sexual, en otras palabras, un grupo de desconsiderados, ruidosos que no le importaba quien estuviera a su lado. Por un momento me recorde de las guaguas escolares y las sustitutas que cogiamos en Puerto Rico y las buyas que amenudose formaban.

Son las 2 de la mañana y la cabina estaba prácticamente a oscuras pues todo el mundo estaba tratando de descansar. Pero los payasos, estaban con su circo de tres actos a todo volumen, ellos mismos actuando como animales. Solo faltaban las cabras y las gallinas para completar la escena de Tran Puerto Rico Airlines. La tripulación estaba ocupada chismoseando en la parte atrás del avión y no tenían planes de mandarlos a callar. En un momento dado se pusieron tan ruidosos, con una risa estruendosa, que me despertaron de un susto del entre sueño en que yo estaba, y yo no aguante mas y solté un SHUT UP!!!!!, mucho más alto que su risa y desorden, y walaaaaaaaa…. silencio. Entonces empecé a escuchar el lento surgir de un montón de aplausos silenciosos, gracias mentales y sonrisas de placer al saber que alguien se había atrevido a parar a esos desconsiderados y descarados, y al fin iban a poder dormir. Creo que fue más el susto que se llevaron al oír mi grito de guerra, que lo que yo dije.

El resto de vuelo fue más silencioso, ellos continuaron su acto, pero mucho más callado. Pudimos entonces descansar algo, y disfrutar del resto del vuelo. Al aterrizar en San Juan, el cansancio se hizo obvio cuando nadie aplaudió como de costumbre, cuando las ruedas tocaron la pista. Al desabordar, pude ver varias miradas y sonrisas en forma de incredulidad a la situación sucedida, y a la vez como dándome gracias por haberles salvado la noche.

Mientras escribo esto, son la 10:05 PM, y estoy a 38,000 pies de altura en algún lugar al norte de la Republica Dominicana, regresando a Miami. El avión está a oscuras, y el silencio, invita al descanso.

Buenas noches.

9 may 2010

Extranjero En El Paraíso

Esta es una entrada de blog especial desde Puerto Rico, a donde estamos mi esposa y yo este fin de semana para visitar nuestros padres y celebrar el Día de Las Madres. Como bono, tuve la oportunidad de ir anoche al cumpleaños de mi prima Jacqueline, quien llegó a su medio siglo, donde nos encontramos gran parte de la familia, y donde compartí con muchos familiares que hacía una década no veía. Aprovechando que estoy en la isla, no podía desperdiciar esta visita hacer una entrada al blog desde El Paraíso, nuestra Isla del Encanto.

Extranjero En El Paraíso
El pasado viernes, después de muchos años, nuevamente recorrí las calles de mi barrio. Esta vez no lo hice imaginariamente como en mis recientes historias, si no, real, en vivo, y a todo color. Cuando empecé a planear este viaje a la isla, me hice el propósito de llegar hasta Tallaboa para dar una vuelta, con calma, ver mi viejo barrio y tomar fotografías. Debo admitir que existía un cierto nivel de anticipación de lo que encontraría. En el último año y medio, fuí dos veces a Tallaboa, pero en ambas ocasiones lo hice de noche, y no hice un recorrido como lo hice ayer.

Llegué al barrio el viernes como a las cinco, de una tarde parcialmente nublada y algo calurosa. Primero me dirigí al Boquete y fuí hasta la pescadería a ver si encontraba a Noé Flores, el pescador de mi historia anterior. Desafortunadamente ya él se había marchado, pero otro atento pescador me invito a entrar y tomar fotos. Ven y retrata estas langostas que trajimos ahorita, me dijo, y así lo hice. Estas langostas eran reales, y al verlas las imagine cocidas en un plato, con una buena porción de tostones y mantequilla derretida. Luego, el me dijo, “ven y retrata este peje que tengo aquí en el freezer”. Cuando miré era un pargo gigante como el de mi historia Temprano en la Mañana. Wao! Que casualidad pensé yo. Y cuanto pesa ese peje, pregunté. Cincuenta y dos libras, dijo él. Wao! Exclamé yo, mientras pensaba en las casualidades de la vida nuevamente recordando mi última historia. No creo haber visto nunca un pargo tan grande, el cual ocupaba casi dos tercios del freezer donde estaba.

Tomé varias fotografias del área del Boquete, los manglares y los esqueletos de barcos abandonados frente a Playa Alegre. Vi a varias personas pero no reconocí a nadie, y aunque los pescadores fueron amables, me sentí extraño, fuera de sitio. Los que estaban por allí me miraban como lo que era en ese momento un extranjero. Le pregunté a uno de los pescadores si se podía llegar a Playa Alegre, pero él me dijo, “solo si tienes un vehículo alto”. No puedo ir en ese carro?, señalando al auto que renté y me dice, “si vas en él vas a estar raspando to’ el camino pues hay muchos hoyos”. Ni modo, no podré ir, y apenado me resigne al hecho. Me dirigí entonces hacia el barrio y entre por la entrada de “la casa del futuro”, frente a la vieja fabrica de sal. Subí hasta la tercera calle tratando de absorber 30 años de cambios. Similar a como cuando uno deja de ver a alguien por muchos años y tu última imagen mental de esa persona es la de 10, 20, ó 30 años atrás, mi mente se confundía entre lo que era, y lo que es hoy. Tal vez esto le suene extraño a alguien que no ha salido del barrio, y no ve la diferencia entre entonces y ahora.

Encontré que han construido mucha nuevas casas entres las que ya existían, dando una apariencia de congestionamiento. Las calles parecen más pequeñas, estrechas, y las cuestas menos empinadas, con excepción con la de Doña Soti, por la cual bajé en el carro, y al hacerlo me pregunté si estaría loco al bajarla antes en bicicleta de la manera que lo hacía. Recorrí las calles y mientras lo hice, las personas que por allí estaban, me miraban detenidamente, con ojos de curiosidad, observando el auto de apariencia lujosa, y perfectamente haciéndome sentir como un extranjero en mi viejo barrio, en mi viejo paraíso.

Por suerte, no todo fue extraño en el barrio. Pase por frente a mi vieja casa, donde crecí, y me afloraron muchas memorias que trajeron nostalgia a mi corazón. Las escuelas, el puente, el centro comunal, y el negocio de Don Agustín están aun allí, diferentes, pero crearon un aire de familiaridad. Subí el puente y crucé hasta el otro lado de la escuela, como en los viejos tiempos. Allí estuve un rato, observando, recordando y tomando fotos. Otro sentido de familiaridad lo causo el encontrarme con Doña Mary Resto, quien vive en la Tercera Calle al lado de donde vivía Iris y Eileen Ramos. Doña Mary estaba en el balcón, me detuve y la saludé, y después de varios minutos se acordó de mí y de mi familia. Prontamente me di cuenta que sufre de alzhéimer, al ella repetir las cosas dos y tres veces, pero sigue aún dulce, amable y habladora, con muchos deseos de conversar. Me enfatizo varias veces que aun sigue trabajando en su patio, como siempre lo hacía. Me dio lástima despedirme, pero me fuí con el consuelo y la alegría que le causé al detenerme a saludarla y conversar con ella.

De mucha alegría fue también el poder saludar a mis viejos amigos, Mildred y Ernesto Cuascut, quienes han luchado arduamente en contra de las fuerzas industriales para preservar la seguridad ambiental del viejo barrio. Otra muestra de amor y amistad la recibí al visitar a mi amigas Socorro y su hermana Pilar, quienes después de vivir en los Estados Unidos, regresaron al barrio, contestando el llamado que le hacia su tierra, su viejo barrio, el paraíso que las vio nacer.

Salí del barrio ya oscuro, como si fuera la forma perfecta de no ver lo que ya no es, y poder preservar la memorias pasadas, del tiempo en que allí crecí, donde me sentía en mi casa y no como un extranjero en el paraíso.

Para leer la segunda parte click aqui: http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/05/extrano-en-el-paraiso-segundo-acto.html



1 may 2010

Temprano En La Mañana

Desperté temprano hoy sábado, me hice una taza de café negro, bien dulce, agarro mi bicicleta y salgo a repartir los periódicos como de costumbre por las calles de Tallaboa. Ya Agustín con su sombrero blanco y reservada sonrisa, abrió la tienda, así que me detengo y compro media libra de pan de agua caliente y la meto en la bolsa de los periódicos para comer mientras recorro el barrio. Ese olor del pan me vuelve loco, que sabroso huele y que incomparable sabor.

En la tienda me encuentro con Georgie Avilés, quien llegó a comprar pan, vestida con una bata de flores adornando su piel morena, arrastrando sus chancletas con cada paso, sonriente como siempre y su eterno guiñar de ojos. Buenos días Georgie, le digo. ¿Cuando te casas? Le pregunté. Un día de estos, estoy buscando novio, me dice. Que tengas un buen, le digo al despedirme, y se vá sonriente con su cabeza baja, su chancletear y lento caminar, con una libra de pan debajo de su brazo.

Al lado de la tienda, sentado en las escaleras está Don Valentín, Valento, con su caneca de ron al lado. Buenos días Don Valentín, lo saludo. Buenos días, me contesta, con su sincera sonrisa a medias, y con su usual hablar enredado por la huma que le acompaña. No se olvide que papi lo espera para que le desyerbe el patio, le recordé. Sí, yo paso por allá cuando se me pase la huma, el contestó. Le sujerí. chúpese dos ó tres chinas de esas que tiene ahí Agustín pa’ que coja ánimo. Que tenga buen día, me despido y me voy pedaleando.

Cuando llego al El Pueblito a recoger el San Juan Star, ya Don Gelo esta despierto listo para salir en su Cushman. Buenos días Don Gelo, como está. Muy bien, contesto él, “otro día en paradíso”, añadió. Claro que si, le dije, para mi todos los días son un día en “paradíso”. Pa’ donde va tan temprano, le pregunté. Voy pa’l pueblo, a buscar mercancía pa’ la tienda. Bueno, que tenga buen día, coja por la orillita, le dije, y el arrancó en su motora de tres ruedas, vestido de kaki, con sus gruesos espejuelos en dirección a Ponce.

Miro momentáneamente y veo la escuelita al frente de la tienda, y recuerdo en un instante, mi salón de kindergarten. Que gratos y cálidos recuerdos. El tiempo apremia y la gente espera el periódico así que apresuro el pedaleo. Llego a casa de Mrs. Díaz, la maestra de inglés. Ella esta sentada en el balcón con su esposo Don Joe, esperando el periódico, y tomando café. Good morning Mrs. Diaz, le saludé. Good morning Edil. ¿How are you? I am fine, thank you. Le contesto como si estuviera en la clase. Inmediatamente recuerdo lo cómico que es cuando ella abre su cartera y suena la alarma que tiene en ella. También recuerdo el día en que Manuelito, Manuel Alicea, que en paz descanse, le pone una tachuela en la silla del escritorio de ella. Que indignación le causo a ella, y no era para menos, pues hasta el elegante pantalón amarillo se mancho con sangre. No sé porque pero pienso que todos los muchachos de la clase se disfrutaron el evento aunque nadie se atrevió a reírse. En otra ocasión, en una de esas de trifulcas que causaba Manuelito, el salió del salón súper molesto y mientras subía las escaleras del puente le grito hacia el salón que le iba cortar con un machete las "grandes" de Cayey que ella tenía. Siempre me rio cada vez que recuerdo ese incidente.

Paso al frente de la casa de los Valedón en la primera calle, y allí esta sentado en el contador de agua de los Bauzá, Don Juanito, Don Juan sin miedo. Buenos días Don Juanito, ¿qué hace despierto tan temprano? Con su cigarro en la mano, su hablar pesado, y ronco por los noventa y tanto años que tiene, me dice, aquí mijo, no puedo dormir, pues no quiero que me encuentre durmiendo. ¿Quién? Le pregunto yo. La muerte mijo, la muerte. A mí no me coge durmiendo, yo pa’l paraíso no voy todavía, me dice. No lo culpo, le digo yo, a la verdad que aquí el “paradíso” esta bueno, y no hay que tener prisa. Tiene todavia hasta los 105 años, así que disfrute lo que le queda. Que pase buen día, me despido. Y todos los días yo veo a Don Juan, pasearse por la primera calle, alto, elegante, con su piel morena y su lento caminar, sin prisa, como el de quien no quiere llegar a ningún lado.

Cuando paso por el Boquete, veo a los pescadores descargando sus botes, después de haber pasado la noche en altamar, así que voy para allá. ¡Wao! ¡Que clache e’ langosta! ¡Y mira ese pargo! ¿Como cuánto pesa ese peje? Ese pesa como 50 libras, me dice Noé, el de los Flores, con su bronceado natural y timida sonrisa. ¿Qué más cogistes? Le pregunto. Ahí traje arrallao, chillos, pulpo, carrucho y juey dormio, contesto él. Ah pues se lo voy a decir a papi pa’ que venga a comprar. Adiós, dije mientras continúo mi ruta.

Al salir del Boquete subo hasta la segunda calle, bajo la cuaesta de Don Tano, y al pasar frente a Don Agustin El Barbero el ya tiene a alguien en la silla recortandolo. Edil, estas pelú, te hace falta un recorte, ven pa' aca. No, si me voy a dejar crecer un afro antes de que se me caiga el pelo, le contesto yo mientras pujo al subir la cuesta en la bicicleta.

Mas adelante en la tienda de Nigaglioni me encuentro con don Rafa, Mala Rueda. Buenos días Don Rafa, como está, le digo. Aquí mijo a buscar unas cosas que necesito pa’ esta noche, que tengo las Fiestas de Cruz en casa. Ah sí, yo las oí anoche desde mi casa. Se oyó bien, le digo por cortesía. Pues que tenga usted buen día, y guie con mucho cuidado, le digo al marcharme recordando lo mal que guía. Dale saludos a Don Quique y Doña Ramonita me contesta él. Serán apreciados, grité yo mientras me alejo en la bicicleta.

Continúo hasta llegar a la gran cuesta, la de Doña Soti, donde me detengo para dejarle el periódico, y luego de de disfrutar el sabroso café que ella me ofrece, subo hasta la tercera calle. Al llegar al negocio del papá de Chiro Melendez en la tercera calle me encuentro con el escobero, señor de baja estatura, trigueño por el sol, pelo negro lacio, con su ropa ajada, y humilde manera, que bajaba del monte por la cuarta calle, con su carretilla de madera llena de palmas para escobas. Como nunca me acuerdo de su nombre sólo le digo “buenos días, ya recogió las palmas pa’ las escobas”. Si mijo, siempre voy tempranito pa’ que el sol no me castigue. Ahora voy pa’ hacer unas cuantas escobas que me pidieron. Pues cuando pase por casa, lláme, porque la última que mami compró ya está en lo último y creo que se necesita otra, le digo. Está bien, yo paso por allá cuando termine, contesta él. Pues nos vemos que tengo prisa porque ahorita vamos los muchachos del grupo a salir, le digo yo. ¿Y pa’ donde van? Pregunta él. Creo que vamos pal Castillo, el de Mario Mercado, que esta allá abandonado en los montes detrás de la CORCO. Ah sí, dijo él, ese lugar da miedo, yo iba allí a llevar escobas cuando ellos todavía vivían allí, pero nunca más he vuelto desde que lo cerraron. ¡Tengan cuidado! Exclamó él mientras yo me alejé.