Welcome to my blog. Another Day in "Paradiso" was created to capture and share news, moments, memories, photos, videos and more, that make our days. One of my favorite phrases is "another day in paradise", which we use often, sometimes sarcastically, referring to our daily living in otherwise not so perfect days. With this in mind, I have long adopted the phrase "otro dia en el paradiso" (another day in paradiso), remembering that in this imperfect world we must make our own "paradiso".



"Paradiso"

"Paradiso"
Viejo San Juan

1 ago 2010

El Castillo de Mario Mercado

Continuando la historia de Don Manolo, el escobero que vive en el pueblito, hoy hace una semana que mientras entregaba periódicos me encontré con él. Luego de  platicar con él aquel día, mi amigo Hiram “Billy” Bracero, con quien hacía tiempo no compartía, y yo conversamos sobre Don Manolo y sus escobas. Para mi sorpresa, Billy me dijo que Don Andrés  \Albino, quien vive en la Tercera Calle por frente a el Chino y cerca de su casa, también hace escobas. Para mí fue una sorpresa, pues yo no lo sabía, aún después de tantos años pasando diariamente frente a la casa de Don Andrés.

Pues le comentaba a Billy que Don Manolo estaba muy interesado en que le cuente sobre el viaje que hicimos hace varias semanas al El Castillo de Mario Mercado, el que está arriba en la montaña por detrás de la CORCO. Por cierto fue Billy quien en su viaje al futuro averiguo que el castillo también se conocía como el castillo de los perros, y me compartió varios datos de historia respecto al viejo castillo. Según una historia que Billy me mostró, para los años 30 el gobierno de Puerto Rico sólo le cobraba impuestos a los grandes hacendados por las tierras que poseían y no por los ingresos que ganaban. Esto permitió que muchas de las familias ricas de la isla construyeran grandes mansiones. Fue para ese tiempo que las familias Mercado de Guayanilla, Serrallés de Ponce y Valdés de Mayagüez entre otras, construyeran inmensas mansiones.


Don Mario Mercado Montalvo, quien era dueño de la central de azúcar Rufina, construyó su gran mansión en el Barrio Playa de Guayanilla, sobre un monte conocido como la Hacienda Buena Vista. Desde allí él podía ver sus tierras y la central de azucar. La montaña había sido bautizada como Buena Vista el siglo pasado por Don Pedro Villoch, gracias al bello panorama que se veia desde su cima. La estructura fue diseñada por el arquitecto ponceño Francisco Porrata Doria, y para el año 1935 fue habitada por primera vez, muchos años antes de que las industrias petroleras llegaran al área. Imagínense por un momento como habría sido la vista desde aquel monte sin la existencia de las refinerías, tanques de almacenaje, muelles, y sobre todo, sin los desagradables olores que estos producirían.

Según datos históricos los pisos y contornos de la mansión fueron cubiertos en maderas nobles y también fue adornada con obras de arte de gran valor hechas expresamente para la mansión. La historia dice que el caritativo Don Mario Mercado murió a los 82 años, solo dos años después de terminada la construcción, no sin antes haber ayudado a infinidad de seres a levantarse de la miseria, proveyéndole los recursos para culminar sus carreras profesionales. Luego de su muerte, su hijo Mario Mercado Riera asumió el mando de la hacienda y la central de azúcar hasta que en 1967, la central cesó operaciones por problemas de familia.

Otros datos interesantes sobre la “Quinta Buena Vista” es que durante la Segunda Guerra Mundial Mario Mercado mando a pintar el castillo de verde para “camuflagearlo” ante la posible invasión de fuerzas alemanas por la bahía de Guayanilla. Esa posiblemente también fue la razón para que se construyera un túnel en la parte trasera de la residencia para escapar en caso de un ataque de las fuerzas enemigas. Este conducía hasta la falda de la montaña cerca de lo que es la carretera 127 hoy día.La familia Mercado Riera abandonó la mansión poco después del 1967 en medio del pleito por la herencia de los bienes de Don Mario el patriarca, y no fue hasta 1989 que la misma fue rescatada del abandono, por Edgard Maciula, un ingeniero químico de origen italo-americano.

Ahora que sabes el principio del la existencia del castillo, te podré contar el resto de la historia, según se la conté a Don Manolo ayer sábado en la mañana cuando me lo encontré nuevamente. Me encontré con Don Manolo en el sitio usual y el me saludó con alegría; hola muchachito como andas. Muy bien y usted, le contesté. Pues bien, ya en camino a casa después de buscar los materiales pa’ las escobas, me comenta él, y muy ansioso por qué me cuentes la historia de la visita al castillo que me la debes. Ah sí, no se me había olvidado, también se la debo a Mama la nena de Pocho, quien nunca ha ido alli y también quiere que le cuente, le comenté.

Pues dime ¿que ahí allí, como esta aquello, que hicieron ustedes cuando fueron, gozaron mucho? Ahí Don Manolo, cójalo suave pero cójalo, una pregunta a la vez. Como le comenté el otro día, al castillo fuimos un grupo de amigos de la iglesia, creo que todos somos del grupo de la JAC. ¿De la JAC? ¿Y qué es eso? Pregunta Don Manolo. La JAC, la Juventud Acción Católica, le contesté, ¿Ah, ese es el grupo ese que las muchachas se visten de blanco y azul claro o algo asi? No Don Manolo, esa son las Hijas de María, que por cierto algunas de las muchachas también pertenecen a ese grupo. Como yo casi nunca voy a la iglesia, yo no se na’ de eso, me dice Don Manolo. Pero sigue, que si no, no te da el tiempo pa’ contarme. Pues le digo, el castillo está bien deteriorado y destruido pero al estar allí uno puede remontarse imaginariamente al pasado. Fijese, esa casa es inmensa, si mal no recuerdo, tiene por lo menos 12 cuartos de dormitorio, cada uno con su baño decorado con los símbolos del zodiaco, en azulejos multicolores, donde predominaba el color azul oscuro. O sea, me interrumpe Don Manolo, ¿Walter Mercado participo en el diseño del castillo? ¿Serán familia? Pues no lo sé, a lo mejor, pues llevan el mismo apellido, le contesté mientras reía.

Don Manolo, eso es una estructura inmensa, de varios pisos, con amplios cuartos, techos altos y patios inmensos. La estructura tenía un sistema de ventilación natural, en lo alto de las habitaciones, que permitía a la brisa a pasar a través de la casa, como un sistema de ductos de aire acondicionado. Aún en su abandono, emana grandeza y poder, y los jardines aunque secos y sin flores son preciosos. En la parte noreste de la propiedad hay lo que parece haber sido unas jaulas, que yo creo que eran para perros, por eso tal vez lo del nombre el castillo de los perros. Tambien hay en la misma área un inmenso tanque de agua, montado alto sobre columnas. Sí, yo me acuerdo haber entrado allí hace muchos años y recuerdo algo de lo que tu me cuentas, me dice el escobero. Es curioso Don Manolo, porque a pesar de que corrimos pa’rriba y pa’bajo jugando de te queda y de esconder por todos los pisos, hay detalles que no recuerdo, como por ejemplo la cocina. Ah, y hablando de cocina, nosotros llevamos materiales para hacer un asopao de pollo, pero a Johnny el hijo de Andujar, su mama Doña Gloria, le confiscó el pollo antes de él salir de la casa, así que no hubo pollo pa’ la sopa. ¿De verdad? Dice Don Manolo a carcajadas. Por suerte, continué yo, Miriam mi hermana mayor e hija de mis padres postizos Rafaela y Carlín, salvó la sopa echándole salchichas y polillas. ¿Y polillas? ¿Cómo es eso? Exclamo Don Manolo riendose. Pues sí, le explico. Resulta que para cocinar la sopa los muchachos buscaron madera seca de los alrededores, y cuando echaron unos pedazos de leña al fuego, con el calor salió volando una nube de polillas, y muchas cayeron en la sopa. Don Manolo, lo lindo fue que las cocineras no dijeron nada a nadie y pescaron las polillas de la sopa y siguieron cocinando. Después todos comentaban de lo rica que había quedado la sopa de salchichas. Yo no me enteré hasta un tiempo después, porque Socorro, la hija de Gardel, me lo contó, pero como lo que no mata engorda, a la verdad que la sopa de salchichas estaba buena. Ah pero eso fue una sopa con extra proteínas, comento Don Manolo mientras se reía a carcajadas.

Otra cosa muy divertida que paso, fue que alguien descubrió el túnel de escape en el monte detrás de la mansión y todos nos metimos en él a explorarlo, no sé si como niños escuchas ó como aprontaos. Lo cierto es que el túnel era uno rústico, cavado a mano cortando el terreno calizo, como de 6 ó 7 pies de diámetro. Es su tiempo tenia puertas de madera a cada extremo, y no podría decirle cuan largo era, pero si se que no se veía la luz de un extremo al otro. Nosotros nos metimos usando fósforos y no sé si un encendedor para alumbrarnos. Pero que ustedes si son unos atrevidos. ¿Y si eso se derrumba? Me dice don Manolo. En ese momento no pensamos en eso, pero si le cuento que cuanto estábamos en el medio del túnel, se apago la llama que nos alumbraba y se formo un sal pa’ fuera y una gritería y yo creo que hasta algunos se cayeron al piso a juzgar por lo blanquitos de tierra que estaban cuando finalmente salimos de allí. Don Manolo, a la verdad que fue muy divertido. ¿Ustedes muchachos sí que son arriesgados, no Edil? Uno no piensa en los riesgos a esa edad, Don Manolo, solo en divertirse.

Le puedo decir Don Manolo, que la vista de allá arriba es preciosa, pero yo solo quiero imaginarme como sería aquello en los tiempos en que fue construida la mansión. Una vista de cañaverales verdes con la guajana en flor, con caminos llenos de carretones tirados por bueyes llevando la caña a la central. Hubiera querido también poder ver la costa y las playas entre Tallaboa y Guayanilla libre de los dragones de hierro que la adornan hoy, echando fuego y humo por sus bocas. Como quisiera ver eso Don Manolo. Edil, gracias a Dios yo pude vivir esos tiempos y disfrutar eso que tu anhelas haber podido ver. Aunque eran tiempos de pobreza y trabajo duro en la pieza de caña, era una vida simple, donde se vivía de la tierra y se disfrutaba la naturaleza a plenitud. Pero Edil, todo tiempo y lugar tiene su belleza y hay que disfrutarlo de igual manera. A lo mejor cuando tú tengas como cincuenta años, recordarás estos tiempos y esas aventuras que ustedes disfrutan hoy día, y las escribirás, para recordar esos lugares bellos de tus pueblos, tus grandes amistades, y aún más, honrarás y celebrarás la memoria de muchos que ya habrán partido a morar con el Señor.
Amén, Don Manolo, amén.