Welcome to my blog. Another Day in "Paradiso" was created to capture and share news, moments, memories, photos, videos and more, that make our days. One of my favorite phrases is "another day in paradise", which we use often, sometimes sarcastically, referring to our daily living in otherwise not so perfect days. With this in mind, I have long adopted the phrase "otro dia en el paradiso" (another day in paradiso), remembering that in this imperfect world we must make our own "paradiso".



"Paradiso"

"Paradiso"
Viejo San Juan

25 jul 2010

Tallaboa: Back to the Future

Hoy sábado en la mañana, casi al final de mi recorrido por el barrio entregando los periódicos, me encontré nuevamente con el señor de las escobas, Don Manolo, a quien penosamente nunca le recordaba el nombre. Buenos días Don Manolo, como está usted, por fin llamándolo por su nombre gracias a que mi amiga Socorro me dijo como se llamaba. Él mirándome algo sorprendido, tal vez, porque le llamé por su nombre y no “señor” como siempre lo hacía, me contesta, pues estoy bien mijo, y tu familia como está. Estamos todos muy bien gracias a Dios, aquí como siempre regando los periódicos en mi bicicleta, le contesté. Don Manolo, con su humilde vestimenta que cuenta el duro trabajo que él hace, de corta estatura, pelo negro azabache y apariencia taina, mostrando los años en su empujar de la carretilla de madera, se detuvo, y yo también.

No lo había vuelto a ver desde la vez anterior Temprano En La Mañana , cuando le saludé brevemente. Ya vi que le llevó a mami la escoba nueva, le comenté. Sí, fui el mismo día que tú me lo digites, de medio día abajo. Yo creo que ya tú te habías ido pa’ el castillo, fue ese mismo dia. Allí estuve hablando un rato con Doña Ramonita, y hasta me dio café con pan, me dice él. Ella es siempre muy conversadora y atenta y cuando yo voy siempre hablamos un rato. Esa es mami, le dije yo, que bueno que pudo ir. ¿Oye y fueron al el castillo como me dijiste? Yo, sorprendido de que se acordara le contesté, si fuimos y gozamos un montón, pasamos un día tremendo. En ese momento me acordé que yo le había dicho que iba para el castillo Valdivieso, y mi amigo Billy Bracero me recordó que era el de Mario Mercado y que también le llamaban el castillo de los perros.

¿Y quiénes fueron? Preguntó él. Pues allí estaban los hijos de Carlín y Rafaela, Miriam, Millie, Minerva y Carlitos, Socorro la hija de Don Gardel, Frank el sobrino de Fina, Johnny el de los Andujar, Violeta la sobrina de Chito. Marti, Millie y Leticia las vecinas mías y unos cuantos más que ahora no recuerdo. Era un grupito grande, le dije. ¿Y cómo llegaron allá, en la Sústituta?, preguntó el refiriendose a las viejas guaguas publicas que viajaban de Ponce a Peñuelas. No, si la Sustituta no pasa por allí, le dije. Yo lo sé, pero como fueron tantos pensé que iban en guagua, contesto él. Pues mire, fuimos caminando, digo, yo fui guiando mi guagüita blanca a paso de entierro, con el pelotón siguiéndome y turnándose los asientos y la parte de atrás según se cansaban. ¿Tu guagüita blanca? Me pregunta él confundido, y diciendo entre dientes, si tu todavía ni guías, éste nene se cree que está en “Back to the Future”. Continuando me dice; ¿Y que ustedes hacen allá cuando van? Allí no hay na’, eso esta abandonao. Pues ya le cuento, pero primero quisiera hacerle una pregunta; ¿cómo es que usted hace las escobas? ¿Es difícil?

Y cambiando la conversación a lo estilo puertorriqueño me contesta, pues mira no es difícil pero si trabajoso. Imagínate, ya yo llevo cuarenta y tantos años haciendo esto, así que para mí es fácil. ¿Y como usted las hace? ¿Que usa? ¿De qué es el palo? ¿Cuánto se tarda? Aguántate muchacho, una pregunta a la vez, me dice él. Pues mira para hacer las escobas se usa la palma esa de monte, que en realidad se conoce con el nombre botánico Leucothrinax morrisii, ó Key thatch palm, la cual es una palma pequeña nativa de Las Antillas Mayores, Las Antillas Menores del norte, las Bahamas, y los Cayos de la Florida. Ah, por eso a mí me parece estar aquí en la isla cuando la veo en la Florida, le dije yo, aunque las de aquí parecen ser más bajitas. ¿Ya vienes con lo de “Back to the Future” de nuevo? Comentó el esta vez en voz alta. No, no, nada, le dije y es que yo me invento unas historias en las que mezclo todo si importar cuando pasó. No sé porqué pero se me ocurren así, pero siga, siga por favor. Aunque debo decirle, y perdone que le interrumpa de nuevo, yo no sabía que usted era biólogo botánico ó que se yo, para saber tanto de esas palmas. Esa contestación la hubiera yo esperado de Llalima, la hija de Juan Velazquez y Milagritos Franceschi, la señora que canta estilo español, bien bonito, en las actividades de la escuela. ¿La de Milagritos? Dice él, pues si esa nena es una bebe, como te va a dar esa contestación. No olvide algo, le dije yo con una sonrisa, “Back to the Future”. Ok, ok, tu ganas, contesto é mientras reía.


Pues como te decía, yo busco las hojas de palma en el monte, y las pongo a secar por un par de semanas, eso le da firmeza y fortaleza. También busco varas largas de palos de jobo ó de resedad porque crecen largas y derechas, les quito la corteza y los dejo secar un par de días. Luego, cojo las hojas de palma y las voy enrollando como a 3 pulgadas de la punta del palo pero con la hoja en dirección al mango. Luego que ya tengo todas las hojas agrupadas alrededor del palo, las amarro con un alambre, y luego empiezo a virarlas hacia abajo, y las amarro bien apretadas de nuevo con un alambre, lo que le da la apariencia de moño de vieja. Ja, ja, me reí yo, es verdad eso parece un moño de vieja. Una vez todas están viradas les pongo un clavo para aguantarlas del palo y luego le amarro la tira de palma alrededor de la base del moño para darle la terminación.

Muy interesante, le dije yo, en mis casi 50 años yo nunca pensé en como se hacía una escoba, pero habiendo roto varias, mientras usted me hacia la historia, me imagine que era así. ¿Cincuentas años? No me digas, dijo él, “Back to the Future” otra vez. Ahora termina tú de contarme del viaje al Castillo, me dice don Manolo. Ay verdad, hablando como los locos por poco se me olvida. ¿Pero sabe qué? La historia está buena, pero ya se hizo larga y tengo que terminar de entregar los periódicos, así que otro día le hago la historia del viaje al castillo. De todas formas casi siempre nos encontramos por aquí “Temprano En La Mañana” así que hablamos otro día. Que tenga buen dia.

Luego de intercambiar historias, él contándome sobre sus escobas, y yo contándole sobre El Castillo a medias, continuamos nuestros caminos, el rumbo a su casa para hacer sus escobas y yo a terminar mi usual rutina Tallaboa, Periodicos y Café .


Para leer Tallaboa, Periodicos y Café click aqui - http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/04/tallaboa-periodico-y-cafe.html#links


Para leer Temprano en la Mañana click aqui - http://otrodiaenparadiso.blogspot.com/2010/05/temprano-en-la-manana.html

11 jul 2010

Playa Alegre @ Night

Para los que crecimos en Tallaboa Encarnación, el único barrio de Peñuelas con una “playa”, vivir allí nos permitió disfrutar de nuestro barrio de una manera que pocos en nuestro pueblo lo hacían. Nuestra playa, Playa Alegre, no sólo era un lugar de trabajo para algunos, era también el lugar de entretenimiento y diversión para jóvenes y viejos. Playa Alegre era un lugar apacible y refrescante durante los días de verano cálidos, mientras en las noches se convertía en un lugar oscuro, solitario y silencioso, pero no sin un “night life”.

Recuerdo que cuando tenía como catorce ó quince años, una navidades, papi me regalo unos binoculares, para que yo pudiera mirar los barcos que rutinariamente entraban y salían de los muelles de las bahías de Tallaboa y Guayanilla. No importaba lo que yo estuviera haciendo, en el momento que yo escuchaba los pitos de los barcos o remolcadores, yo me trepaba encima de la casa usando las rejas como escaleras, para mirarlos con mis binoculares. Los binoculares tenían unos lentes especiales llamados “Siamese Cat” o gato siamés, que me permitían poder ver en la oscuridad cosas que no se podían ver a plena vista. No estoy hablando de los aparatos electrónicos de visión nocturna que existen hoy día, sino de una capa especial que cubría los lentes que permitían ver en lo oscuro.

En algunas de esas ocasiones mientras yo observaba los barcos de noche descubrí que Playa Alegre solía tener visitantes nocturnos que habrían descubierto como disfrutar de la brisa playera a oscuras. Ocasionalmente observaba las luces de carros que lentamente se movían por la playa hasta llegar algún sitio donde se detenían y luego apagaban sus luces. Yo estoy seguro que sus visitantes nocturnos tenían sus propios lentes siameses con los que podían ver todo perfectamente. Lo menos que ellos se imaginaban era que desde el barrio podía haber alguien observándolos mientras estaban allí. Debido a que la distancia era larga obviamente no se podía ver quien exactamente estaba allí, ni si eran hombres o mujeres o intermedios, pero imagino que no todos iban por pescados y jueyes. Algunos iban a platicar y disfrutar de un momento romántico y la fresca brisa playera nocturna con sus parejas.

Recuerdo una historia que alguien me contó, de un cierto punto, no sé si en Playa Alegre o en El Boquete que solía ser frecuentado por parejas en la noche. Según me contaron, una pareja estaba dentro de su auto “platicando” cuando unos muchachos del barrio los vieron. Alegadamente, los muchachos, muy silenciosamente, recogieron cocos y piedras, se escondieron en los mangles y luego de esperar un rato a que la cosa se pusiera “interesante”, le soltaron una lluvia de piedras y cocos al carro. Solo puedo imaginarme el susto que se llevo esa gente. Debo aclarar, que yo no estaba allí, no sé de quién se trataba, y tampoco nunca vi ningún carro en el barrio mostrando las huellas de tal evento, así que si sucedió, probablemente no eran del barrio.

En una ocasión que corriamos bicicleta por la playa, encontramos lo que parecía ser un trabajito espiritista que tenía un coco, con cenizas y que se yo que mas, tal vez plumas. Sin pensarlo dos veces, nos persignamos para que no se nos pegara nada, y lo rompimos esperando poder liberar al recipiente del trabajito de sus efectos y esperando haberlo hecho a tiempo. Muy posible había sido dejado por uno de esos visitantes nocturnos la noche anterior pues parecía reciente.

Para la mayoría de la gente del barrio, Playa Alegre era un territorio extraño y desconocido en las noches, excepto en una noche especial, La noche de San Juan. En esa celebración anual Playa Alegre verdaderamente se encendía de vida, adquiría su “night life”, dándole la oportunidad a muchos de disfrutar lo que para varios era un secreto. En esa noche, el barrio se desbordaba hacia Playa Alegre y se formaba el “party” del año. Algunos iban en carro, pero muchos se tiraban la caminata desde sus casas, pasando por la jueyera, bordeando los lagos de sal como cucubanos, hasta llegar a la playa, donde estaba la fiesta.

Curiosamente, la mayoría de los visitantes de esa noche eran personas que no se aventuraban a poner un pie allí en ninguna otra noche, pero esa noche era diferente. No solo era una noche de celebración, sino también de liberación. Playa Alegre invitaba a todos a visitar, miedos aparte, a pasar una noche inolvidable. Esa noche milagrosamente, no hacían falta luces ni “fashlights”, y todo el mundo tenía ojos de gato siamés. Una vez adaptada la vista a la oscuridad, se podía ver a todos con plena claridad, aun sin ninguna luz. Si venia algún carro con las luces prendidas era mejor no mirarlo, para no perder la vista de gato.

Mientras unos iban a celebrar la fiesta y compartir con sus amistades, otros iban a poner en a prueba sus creencias para en la media noche tirarse de espaldas al agua o de su manera preferida, contar de traer la buena suerte y lograr sus sueños. Muchos iban a disfrutar de la comida y la bebida, mientras torturaban a los otros con el aroma de las fogatas y las frituras. Para mí no había nada mejor que disfrutar de las cálidas aguas del Mar Caribe en la noche, en grata compañía, y de disfrutar de algún cuchifrito que se pudiera cachetear.

Y como dice el anuncio de Quick de Nestlé, que sonido tan triste cuando se acaba. Si por el gusto de uno hubiera sido, me hubiera quedado allí hasta el amanecer, alargando el “night life” en Playa Alegre. Desafortunadamente teníamos que volver a casa y dejar el territorio libre para los jueyeros, los pescadores y los románticos que disfrutaban de nuestra playa las restantes noches del año. Mientras tanto yo me entretenía mirando los barcos y los ocasionales visitantes con mis binoculares desde el techo de la casa.